Opinión

La mesa camilla

Agenda del supuesto reencuentro con finalidad de diálogo a cuenta presupuestaria. El fin que justifica los medios
 
El presidente catalán, Quim Torra, recibe al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE
photo_camera El presidente catalán, Quim Torra, recibe al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE

LA ETIMOLOGÍA de la palabra «mesa» ha adquirido con Pedro Sánchez un nuevo significado que, históricamente, nadie hubiera imaginado jamás que podría figurar en el diccionario de la democracia. La mesa de Sánchez, Torra y la muchedumbre, vendida universalmente como mesa de diálogo y negociación, se antoja una mesa camilla de capitulación por el solo hecho de llevarse a efecto en contra de la mitad de los catalanes y resto de españoles. Estamos ante una mesa con apariencia de rendición desde el preciso instante en que los representantes del Estado español que ahora gobiernan (PSOE y Podemos) han sentado en ella al separatismo condenado e inhabilitado por sedición, malversación, desacato y otros delitos contra la convivencia democrática y la Constitución. Como consecuencia, más bien parece una mesa de humillación al concepto de Estado que, por ir contra el orden establecido, contempla un cambio de modelo a día de hoy no previsto en la legalidad española, ya que reconoce un imaginativo conflicto político donde los tribunales solo encontraron delitos de cárcel, no contra las ideas.

Tradicionalmente, la mesa siempre ha sido ese mueble multiusos que lo mismo vale para comer, trabajar, jugar, dialogar o hasta brincar y profundizar en las relaciones de pareja. Pero esta vez la mesa de la presunta agenda del reencuentro transgrede y sobrepasa la frivolidad del mero objetivo lúdico, funcional y decorativo. No parece que estemos ante una mesa en defensa del Estado, sino ante una mesa entre Estados de igual a igual que va contra la propia unidad del Estado y contra el propio Estado de las autonomías. No es una mesa de preservación de las reglas del juego pues con ella se pretende mediar, relatar y verificar ante el pueblo soberano español que la independencia de la Abogacía y la Fiscalía del Estado. 

Disiento. La mesa fue más que una performance felipista. Es un golpe sobre el tablero de la lógica y la decencia democrática que va bien con la finalidad okupa de la Moncloa y la anhelosa búsqueda presupuestaria previo techo de gasto. La mesa simula el buen rollo del diálogo mientras los rupturistas secesionistas persisten en la unilateralidad del referéndum de autodeterminación y la amnistía. Hay muchos tipos de mesas que contribuyen al mobiliario constitucional del sistema. Pero independientemente de que el oficialismo haya levantado acta de mesa sin concesiones bajo «seguridad jurídica», el primer vistazo revela y demuestra que dialogar sobre lo que la Ley no contempla es ceder al chantaje separatista a cambio de apoyo político. Y eso hurta a la mayoría de los españoles de un derecho constitucional que les asiste para tomar parte en decisión tan trascendente pues vulnera la igualdad entre territorios y personas. Esta mesa extensible que ha promovido Sánchez para sus finalidades políticas de gobernanza ha dado cabida incluso a un imputado por el referéndum del 1-O, arquitecto chapuza del desafío ilegal en el llamado procés de la inexistente república independiente de Cataluña. 

España, pues, a través de un Gobierno elegido democráticamente que debiera representar a todos los ciudadanos pese a que en campaña electoral engañó con su programa sobre Cataluña, ha sentado en la mesa de la casa común de Moncloa a quienes quisieron y quieren romperla, a quienes conspiraron y conspiran para ello según sentencia probatoria. Y eso, que unos llaman diálogo y otros traición, debilita el crédito español ante la comunidad internacional mientras los prófugos de la cobardía delictiva son reclamados por nuestra justicia en tanto se usurpa la verdad judicial mediante esta mesa de desencuentro con la Ley. En la mesa selectiva del presunto reencuentro televisada con publicidad y alevosía solo se sirven platos fríos de butifarra catalana. La totalidad de los comensales españoles no ha advertido la variedad gastronómica representativa de la igualdad y la unidad. Si pretendía ser una mesa culinaria con la que hacer tragar a la sociedad los delitos de sedición y malversación, no parece que sea de fácil digestión comida tan precocinada, esto es, comida basura con la que digerir un menú de deslealtad con el Estado y la Constitución del 78. Si es mera mesa de azar, juego o carambola de billar con la que engañar también a los comensales catalanes se incurre en una irresponsabilidad partidista para ganar tiempo de estancia en Moncloa sin pensar en el interés general ni el bien común de España. La mesa del 26-F terminará siendo el pecado capital que atraganta al Estado de Derecho con la gula del poder. Mesa burlona para excarcelar presos condenados y comprar el voto presupuestario para mayor gloria del déficit.


Galicia forever

DESAYUNO DE Alberto Núñez Feijóo en Madrid, martes pasado. Hotel Westin Palace, frente al Congreso, en plena Carrera de San Jerónimo. Algunos preguntan al ver tanto bullicio si estaba Sánchez, que en su última visita a Santiago movió un operativo de nivel Trump. Ya lo hizo en el Foro La Toja, en plena campaña electoral, como candidato-presidente en funciones. Pero no, era Núñez Feijóo con un llenazo hasta la bandera y la plana mayor del PP nacional y gallego empezando por Casado. Todos arropando al candidato de moda que se juega el 5 de abril su cuarta mayoría absoluta. Su conferencia de Fórum Europa derramó ríos de tinta sobre Cs, Alonso y el rechazo a la política de bloques. En el chascarrillo de mesa, muy celebrada la explicación del lema del PP "Galicia e moito", que según Feijóo quiere decir "Galicia es una pasada": lo que los gallegos presentes llamaban in situ "Galicia siempre". A propósito de la deuda gubernamental del Iva con las autonomías, otra frase murmullo: "El Gobierno central es un moroso". Y una certeza en pleno Delcygate de Ábalos que ya investiga el juez: "En 2021 el Apóstol no va a disfrutar del Ave siendo año Xacobeo". 


El ajuste del virus

A PESAR DEL grado de propagación del coronavirus, los expertos tranquilizan porque su capacidad pandémica aniquiladora está por debajo de la gripe común. Sin restar preocupación preventiva a la expansión global del contagio, debemos explicar que el coronavirus es la excusa perfecta con la que justificar otros movimientos geoeconómicos. El coronavirus no fue la única causa de la cancelación del Mobile. Las empresas que hicieron boicot sí asistieron a otro encuentro internacional en Ámsterdam. No estuvieron en Barcelona porque los americanos y defensores del monopolio Google vieron la oportunidad de asegurar el mercado del 5-G contra la china Huawei, que amenaza la supremacía made in Usa. Y ojo a los JJ.OO. de Tokio, porque Japón también es una amenaza económica. La pérdida del Ibex de unos 60.000 millones de euros en una semana puede originarse en el pánico al contagio. Pero también influye el virus del ajuste del dinero. Coronavirus o el pretexto que para todo vale. Hasta el despido se camufla bajo la cepa del coronavirus, lo que obliga a una reflexión mediática.