Opinión

La doble A del PP

Balance de legislatura bajo influjo del bipartidismo. PSOE y PP marcan territorio y Sánchez hipoteca las pensiones
Almeida y Ayuso, durante la celebración del Día de la Virgen de la Almudena. EUROPA PRESS
photo_camera Almeida y Ayuso, durante la celebración del Día de la Virgen de la Almudena. EUROPA PRESS

Cumplidos dos años de la victoria electoral del PSOE, el sanchismo podemita sigue a la baja en los sondeos pese a la ayuda del Partido Popular y de Tezanos. La disputa entre Sol y Génova, personalizada en Ayuso y Almeida, resta intención de voto a los populares del mismo modo que Sánchez cae por los encontronazos de la coalición gubernamental y su catarata de mentiras desde los indultos a la subida indiscriminada de impuestos y el recorte encubierto de las pensiones. Dos años después de repetir las elecciones, este es el mayor engaño del sanchismo junto a la gestión covid y su promesa incumplida de no pactar con el comunismo populista, los separatistas condenados y los proetarras de Bildu. Los socios preferentes de Sánchez han arrastrado la legislatura a una subasta presupuestaria y una compra de respaldo a cambio de cesiones oscuras que han convertido estos dos años de pandemia en una eternidad para la oposición y para una amplia mayoría de la sociedad española.

No deja de ser democracia, pero se ve el trilerismo cuando la fórmula para gobernar emana de la aritmética parlamentaria, alumbrada por la moción de censura, y deriva en un cordón sanitario político mediático contra la oposición destinado a extender el manto de la extrema derecha y la corrupción mientras se blanquean y validan la extrema izquierda y la corrupción propia. Esta propaganda de embuste, trola y paparrucha vulnera el compromiso electoral porque invalida moral y éticamente el contrato del poder con los ciudadanos pese a la habilidad de Sánchez para el camuflaje y la prestidigitación gubernamental.

La recomposición del mapa electoral surgió de un error estratégico de gula política de la Moncloa y Ferraz: la operación ‘Murcia, qué hermosa eres’ de PSOE y Ciudadanos, que pretendía desposeer de poder regional y municipal al PP, dio lugar al adelanto electoral en Madrid que impulsó y consolidó la cotización de Casado en las encuestas, previo triunfo de Feijóo en Galicia. La contundente victoria de Ayuso en las urnas le dio al PP un plus de apoyo directamente proporcional a la caída de Ciudadanos, que resulta incompleto para la suma de los populares porque necesita a Vox. Sin embargo, ese respaldo en los sondeos está bajando debido a esa guerra interna que va más allá del enfrentamiento entre Almeida y Ayuso por la presidencia del PP de Madrid.

No solo está en juego el control regional del partido, sino la propia hegemonía nacional en términos de poder, jerarquía, disciplina, influencia y elaboración de las listas electorales. Y eso no solo lo sabe el jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, especialista en fabricar liderazgos, sino el secretario general popular, Teodoro García Egea, persona de máxima confianza de Casado. Ahí está la razón de la contienda que acabará con un mínimo adelanto del congreso regional del PP, aunque mientras desgasta a Casado casi tanto como la mentira compulsiva a Sánchez. Y lo que es peor, esta batalla interna perjudica más a Casado que a Ayuso y Almeida porque, tradicionalmente, esa lucha entre la bicefa(mi)lia del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid nunca ha penalizado en las urnas al PP, como demuestran los resultados de Gallardón y Aguirre pese a sus peleas históricas.

En el PP se han encendido las luces rojas de alarma, igual que se encendieron en la Moncloa, dando lugar a la purga del sanchismo sobre sus colaboradores y valedores más directos: Calvo, Ábalos y Redondo. La diferencia estriba en que Casado está a tiempo de resolver la guerra interna con firmeza y diálogo, porque en Génova saben que tanto Ayuso como Almeida son fundamentales para recuperar la presidencia del Gobierno. En cambio, Sánchez sufre el mal del desgaste gubernamental con decisiones no reversibles que el electorado no va perdonar en las próximas elecciones generales.

No solo me refiero a los pactos del engaño, sino al entreguismo del Estado y sus cuentas por interés partidista y personal que arrastran más impuestos, menos crecimiento y pensiones más bajas.

Después de su dudosa gestión del covid, Sánchez se está jugando su futuro a la carta de la economía y los fondos europeos, pero los principales organismos internacionales y españoles desmienten unos presupuestos trucados y dopados que Bruselas vigilará con lupa porque son ficticios. Como siempre, más allá de la mentira, los excesos autoritarios, los indultos y la agitación del dóberman guerracivilista, decidirá el bolsillo de los españoles, es decir, la economía doméstica macro y micro.

Lo del recibo de la luz y otros abusos trasciende al propio manejo de la opinión pública y publicada que ni siquiera la ausencia de Iglesias puede hacer olvidar. Por eso el PP ha de centrar todos sus esfuerzos en recomponer la unidad para construir una alternancia creíble con la que combatir la huella retorcida del sanchismo podemita. Y ahí tiene las de ganar: con verdad, buena gestión económica, rebaja de impuestos, programa sólido, y esa sincera sencillez de crédito político que representan Ayuso y Almeida. Ellos son la doble A, el doble as en la manga de Casado.


¿Debate de la nación?

El déficit parlamentario en España afloró el pasado miércoles en el pleno del Congreso sobre la última cumbre europea, porque al final se transformó en el robado debate sobre el estado de la nación que Sánchez no ha hecho desde que gobierna: mediados de 2018, tras la moción de censura. Es decir, que, si bien se cumplieron dos años de la repetición electoral, Sánchez lleva en la Moncloa entre unas cosas y otras unos tres años y tres meses, de ahí que su mandato parezca tan largo como una legislatura completa. El debate sobre la cumbre de la UE y la posterior sesión de control se tornó en un plenario sobre el estado de la nación porque, decreto tras decreto para implantar estados de alarma inconstitucionales, Sánchez ha ido sorteando sin rendir cuentas, sin transparencia y sin someterse al obligado control parlamentario completo. Por no participar, no participa ni en el debate de los presupuestos generales del Estado como hizo el líder de la oposición, lo que deja a Sánchez en evidencia por su poco apego a las reglas que se derivan del ejercicio de la democracia.


Un hormiguero millonario

La foto de Ayuso y Almeida en la festividad madrileña de la Almudena llevaba aparejada una aparición televisiva estelar de la presidenta autonómica en ‘El hormiguero’. Había tanta expectación por ver cómo se desenvolvía y respondía sobre la guerra del PP, como por ver si superaba el paso de Almeida por el programa. En términos de audiencia, Ayuso logró un 23,2 por ciento de cuota de pantalla, lo que supuso una media de 3.588.000 espectadores. Almeida había obtenido en plena campaña electoral un 22 por ciento, 3.880.000 espectadores, lo que le otorga la victoria en número de televidentes, pero no en share. A los efectos viene a ser un empate técnico, lo que demuestra que es un ticket electoral ganador porque ambos suscitan interés y simpatía. En el aspecto político, Almeida cae mejor al electorado de izquierda mientras que Ayuso arrastra voto desde el centro a Vox por su discurso ideológico sin complejos. Y dijo: "Soy leal al PP y a Casado. La urna me da más libertad que los despachos. A Sánchez se le ve seguro, pero luego sabes que te está mintiendo".

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