Opinión

Ingenio español

Parábola del satélite y del cohete que despega a diario de la Moncloa. Viaje espacial por la dimensión del exceso
El cohete Vega. EFE
photo_camera El cohete Vega. EFE

El ingenio español se ha estrellado con el satélite del mismo nombre a bordo del cohete Vega. Y si bien el sicario interpretado por John Travolta en Pulp Fiction se llamaba Vicent Vega, no estamos ante una película de Tarantino sino en la secuela de ciencia ficción ‘2020, una odisea de fallos humanos en el espacio’. Estas cosas pasan, pese a que la misión no estuviera asegurada y el coste del satélite supere los 200 millones de euros. No se sabe si la factoría de la Moncloa ha buscado y rebuscado para echarle la culpa a Pablo Casado, pues no se trataba de un vuelo espacial fake news pactado con Bildu por falta de apoyo del PP. Del mismo modo, tampoco es culpa de Sánchez, Iglesias y su astro Duque, aunque hay un maleficio tirando a gafe cuando este Gobierno retuerce la realidad y traspasa fronteras geográficas y espaciales. Es como si ciertos abusos pícaros del tipo asalto al Poder Judicial o ministerio de la verdad única dejaran de ser prestidigitación invisible a los ojos del mundo, del universo o de la UE.

Hay que reconocerle al sudoku SanchIglesias más ingenio que a Tezanos cocinando el CIS con especias de militancia partidista. Porque desde el comienzo de la era postmoción, tanto PSOE como Podemos han demostrado sobrada inclinación al ingenio imaginativo. Desde luego es ingenioso desenterrar a Franco como si fuera la principal necesidad de una España con otras preocupaciones y prioridades casi 50 años después. Porque con Franco no sólo se desenterró el rencor de la confrontación, sino que se polarizó y dividió una sociedad que no está en el pasado sino en resolver sus problemas del presente. Ingenioso es estirar la memoria histórica hasta transformarla en memoria democrática para mantener la tensión política y movilizar al electorado. Casi tan ingenioso como mentir a los votantes diciendo que jamás pactarías con quien después pactas, dártelas de insomne mientras duermes a pierna suelta, hacer una tesis bajo sospecha de plagio o publicar con tu nombre un Manual de Resistencia escrito por una potencial secretaria de Estado.

Como nuestro satélite Ingenio, también se estrellará el ingenioso cohete propagandístico de este Gobierno de coalición, capaz de señalar sólo el extremismo a la derecha e incapaz de reconocerse en todas sus obras como verdadera extrema izquierda. Hay que ser muy ingenioso para apoyar el 155 en Cataluña y hacer una intervención compensatoria en Madrid a costa de la covid mientras te entiendes con los herederos políticos de Eta y con los condenados por golpismo sedicioso del procés. Ingenioso es presentar una moción de censura sustentada en una sentencia por corrupción sin que nada pase cuando la sentencia de los Ere afecta a tu partido por mucho más. Y desde luego, demuestra gran ingenio quien modifica su código ético para subirse el sueldo o desokupar Vallecas para irse a un chalet como el de Galapagar que roza el marquesado. O sea, que tiene ingenio subirse el salario del Gobierno en plena crisis y enmendarte a ti mismo en los Presupuestos para congelar el escándalo. Hay que tener ingenio, no se puede negar, para vender feminismo con tufo al machismo que críticas, llamar a la manifestación de españoles y españolas pese a las señales probadas de pandemia o restar 30.000 muertos por covid de un plumazo de los 70.000 reales. No me digan que no es ingenioso convocar caceroladas contra el Rey desde el corazón gubernamental del Estado, gobernar por decreto ley en pleno coronavirus para colar al moño preferente en el CNI o monitorizar la crítica en medios e internet desde la Fiscalía Lola cuando desde la propia propaganda gubernamental se practica la mentira trumpista hasta por carta a los militantes. Ingenio es que Delcy Rodríguez levite en su escala de Barajas con descarga de maletas incluida sin pisar suelo español o que el juez archive el caso Ábalos sin ver los vídeos probatorios custodiados por Aena. Ingenioso es hacer escraches a los demás incluidos los rodea al Congreso contra la Ley Mordaza recurrida por PSOE y Podemos que después aplicas sin rubor y ahora avala el TC. Sobrado ingenio hay en pedir dimisiones a los demás por mucho menos que pagar en negro a tu cuidador o ser condenado por imputar una violación a un difunto en esa suerte de ideología de género feminazi.

Como ingenio no tiene precio atribuirte la salvación de 400.000 vidas con el estado de alarma o coronarte como campeón mundial de los test mintiendo de la OCDE al sumar PCRs y serológicos en contra del criterio de la OMS cuando el ranking de la verdad te sitúa entre las peores gestiones covid del mundo. Gran ingenio demuestra quien retiene la tarjeta del móvil de una colaboradora llamada Dina para supuestamente protegerla cuando el juez te acusa de mentir por haber simulado una ficción de cloaca villareja imputada a la supuesta policía patriótica del PP. Ingeniosa fue la operación Aquarius para después desentenderte de la avalancha migratoria a España mientras aplicas las devoluciones en caliente que has recurrido al Constitucional. El ingenio de este Gobierno tiene madera de satélite galáctico pero se estrellará como el cohete que lo trataba de poner en órbita.

Crisis migratoria

Un podemos cercado por sus artimañas de imputada financiación irregular y las sucesivas condenas de algunos de sus miembros más relevantes se centra en hacer la revolución y desestabilizar el sistema. Que Pablo Iglesias pida un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui en plena crisis migratoria de Canarias y en vísperas del viaje del ministro del Interior a Marruecos es de una torpeza sólo equiparable a la radicalidad del personaje nada menos que con rango de vicepresidente del Gobierno. Iglesias gobierna para sí mismo, igual que Sánchez, y eso empieza a debilitar la coalición, sobre todo tras arrastrar al PSOE constitucional a pactos indeseables con los herederos de Eta y los condenados por sedición golpista. Sin recrearnos en el juego facilón de palabras, da la impresión de que a algunos dirigentes podemitas les falta una neurona, salvo que verdaderamente persigan dinamitar la democracia constitucional española, empezando por la monarquía parlamentaria, lo cual no niegan. El Gobierno ha hecho dejación en residencias, covid o migración porque sólo se ocupa de una agenda diseñada para mantenerse en el poder.

La ley Celaá

Recordaba a tiempos de la Transición esa escena vivida esta semana en el Congreso tras aprobar la llamada Ley Celaá de Educación. La bancada de las derechas gritaba «¡Libertad, libertad!» mientras las izquierdas aplaudían con enorme pasión la octava reforma educativa de la democracia que no satisface a nadie más que a esa ministra que obra como la bruja de Blancanieves y habla como la monja sor Lucía Caram. El palo a la concertada, al castellano como lengua vehicular constitucional, al destierro de la cultura del esfuerzo y del conocimiento o a la asignatura de religión permite adivinar que estamos ante una ley ideológica de adoctrinamiento y no ante una norma para mejorar la enseñanza. Habrá recursos, protesta en la calle, recogida de firmas y el PP promete derogarla cuando llegue al Gobierno, lo cual puede tardar. Entre las políticas de Estado y de consenso debe estar siempre la enseñanza, porque no podemos cambiar de modelo con la misma frecuencia que de Gobierno, pues nos desautoriza como país. Lo de la Ley Celaá parece más bien de Ley Ra-Raá con la que se jalea una concepción extremista de gobernar sólo para la izquierda y no para todos.

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