Opinión

El túnel del tiempo

LA ÚNICA diferencia de la España oficial con respecto a hace un año es que el PP gobierna y Rajoy es presidente. Una diferencia que no es menor, porque hace un 365 días el marianismo todavía esperaba una investidura de bolillos y duro encaje. Hoy, un año después, todo se parece mucho a lo de entonces excepto la salvedad de la gobernación: Pedro Sánchez sigue siendo secretario general del PSOE previa bajada a los infiernos, Iglesias es secretario de Podemos tras rondar la división errejoniana, y Albert Rivera está en su centralidad liberal socialdemócrata como ese PP de centro derecha obligado a entenderse y pactar desde políticas poco conservadoras. Porque un año después parece que hemos viajado en el túnel del tiempo para no olvidar que todo sigue siendo igual, que los independentistas siguen en su golpe al Estado a cámara lenta, que Montoro anda en su batalla fiscal contra el mundo futbolístico como la Fiscalía Anticorrupción con Villar y que hace 20 años fue secuestrado y asesinado Miguel Ángel Blanco. Con todo, estamos a punto de cumplir 25 años de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Expo de Sevilla, un ejemplo de colaboración entre administraciones distintas y rivales que nos hacen sentir orgullosos porque desde entonces España cambió hacia la modernidad.

El túnel del tiempo obra la magia de la transformación sin transformar nada. Sánchez e Iglesias prosiguen su aproximación sin paracaídas hacia la pista de aterrizaje de Moncloa con el riesgo que eso supone para ellos, para el PP y seguramente para el país. Estamos en lo mismo de la investidura fallida de Sánchez que Iglesias no quiso apoyar, pero esta vez sin moción a la vista porque Podemos ha utilizado precipitadamente ese cartucho como antídoto preventivo contra un PSOE postprimarias. Estamos en la calculada ambigüedad de la izquierda radical y moderada en relación con el desafío separatista catalán. Estamos en la nación de naciones del supuesto estado federal y la reforma de la Constitución que no se puede hacer sin el PP como saben Sánchez e Iglesias. Estamos en el objetivo común de desalojar a Rajoy de Moncloa por la vía del atajo sin atender a los resultados de las urnas que dieron una mayoría suficiente de 137 diputados a los populares que sirven para tener presupuesto y techo de gasto. Estamos en la estrategia de la corrupción como única aportación de oposición, como única ecuación e idea para justificar las prisas por el poder. Estamos en lo de siempre, en la división tradicional de derechas e izquierdas mediante cuatro siglas en vez de dos.

Poco a poco la izquierda prepara al país para ir de la mano de los nacionalismos excluyentes e independentistas. Poco a poco Sánchez e Iglesias acostumbran a la opinión pública a una presunta normalidad anti natura porque para desahuciar a Rajoy hacen falta los apoyos separatistas que respaldan un referéndum ilegal. El caso es sacar al PP del Gobierno para obrar un Ejecutivo Frankenstein a toda costa. Ese es el objetivo, convertir en futuro cercano una suerte de mayoría mediante la pasada conveniente por el túnel del tiempo.

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