Opinión

Diario de cuarentena, capítulo IV

En el capítulo IV de este diario de cuarentena hay que escribir primero la esquela de una España en pandemia a merced del relato oficial. Epitafio: "Aquí yacen, por ahora, la verdad y la mentira. Vuestra familia española no os olvida". Por tanto, sobrevivimos en cautiverio a la verdad y la mentira, atrapados en un bucle que se debate entre el bulo a la carta y la sobredosis de información. Con ello se trazan las frágiles fronteras que delimitan la trinchera infinita de las dos Españas, siempre entregadas a una guerra civil perpetua. La información de la desinformación o viceversa está llenando de bailes, cantos y aplausos nuestro confinamiento. Y mientras tanto, se intenta reescribir desde Moncloa el guión narrativo de la pandemia con buena letra y sin faltas de ortografía, en una especie de memoria histórica del presente. En las guerras, definición aplicada a esta crisis en el léxico oficial, la primera víctima es la verdad, de modo que salvo en las treguas de los aplausos sanitarios, hay una inmoral batalla encarnizada por ganarse a la opinión pública y publicada en la incrédula esperanza de que con ello los españoles perdonarán la gestión del coronavirus.

Me hubiera gustado comentarlo con mi vecina guapi, pero en la última semana no la he visto. Sí la contempló un repartidor de pizzas no esencial, que tras entregar una cuatro estaciones, cogió eufórico la moto y gritó: ¡Joder, está cañón! Para mi hijo, la que roza el rol de modelo top es la hija de la guapi, que ha salido a tirar la basura en un visto y no visto de sudadera y capucha imposible de calibrar. En el diario de cuarentena aparece, sin embargo, un nuevo personaje vecinal. Es Ceo de una importante agencia de publicidad, que ha despedido a más de cien trabajadores sin opción de Erte. Dice que la única propaganda que compran ahora los medios es la del programa semanal de telerrealidad que presenta Sánchez. Es un catalán muy español, mi vecino digo, con oficina en Madrid y Barcelona, que brama contra Torra por seguir en la ensoñación mental de la independencia pese a que la prioridad es salvar vidas.

En este diario de cuarentena se puede leer aún lo que no cabe en un tuit tendencia. España es un país con muchas vidas que siempre ha sobrevivido a bulos y noticias falsas. El coronavirus no se puede reducir a la ridícula persecución de lo fake, como si esto fuera un país bananero aquejado de la miseria intelectual del pensamiento único. La prioridad ha de ser la eficacia y la verdad como elementos del bien curativo común. Los españoles no aceptan la cruz de la generalización de la culpa global sobre las lápidas de 18.000 muertos por el Covid. Las páginas de cada diario de cuarentena llevan en la cabecera de la decencia un crespón negro por todos ellos. Y con esa voluntad honesta de esperanza, la sociedad va escribiendo con caligrafía de paciencia y dignidad el relato subjetivo de la realidad cotidiana y no de la realidad televisada. En el final de este capítulo quiero escribir en sincera confesión que la responsabilidad de un destino colectivo es compartida, pero la responsabilidad de la gestión del coronavirus tiene mando único. 

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