Opinión

¿Cordones sanitarios?

Disertación sobre la exclusión ideológica y las deficiencias democráticas. España requiere políticas de altura para salir de la situación de bloqueo político en la que se encuentra el país
Adriana Lastra y Gabriel Rufián se dan la mano en presencia de José Luis Ábalos. JAVIER LIZÓN (EFE)
photo_camera Adriana Lastra y Gabriel Rufián se dan la mano en presencia de José Luis Ábalos. JAVIER LIZÓN (EFE)

EL CORDÓN SANITARIO es, originalmente, una expresión médica utilizada para describir las medidas destinadas a evitar la expansión de una enfermedad infecciosa. En caso de epidemia, los cordones sanitarios han evitado históricamente el movimiento de personas en una determinada población de un área geográfica concreta para prevenir contagios masivos como la gripe española, la fiebre amarilla, la peste o el ébola.

Por extensión, si aplicamos el cordón sanitario a la política, se usa contra la propagación de ideologías consideradas peligrosas en las democracias occidentales tales como dictaduras tanto comunistas como fascistas, siendo todas ellas lo mismo, esto es, el sometimiento del pueblo y la liquidación de las libertades a derechas e izquierdas. Hoy en día, periódicos, televisiones, radios, redes y partidos políticos españoles utilizan con ligereza la idea socialista de los cordones sanitarios para proteger intereses partidistas en detrimento de sus rivales. El cordón sanitario es en sí mismo, como los términos "rojo" y "facha", una concepción peyorativa de la democracia de parte. El cordón sanitario, por su condición excluyente, implica un abandono democrático de la libertad de pensamiento e ideológica garantizada en la Constitución española.

El cordón sanitario, al igual que el uso malintencionado de acepciones de confrontación como "extrema derecha", "extrema izquierda" y "ultra", devalúa la calidad democrática y constitucional de una España errática, metida en el abandono de la razón, de la lógica y de la igualdad. Siendo justos, los cordones sanitarios se acuñan en la imprenta rencorosa del odio como síntoma de la enfermedad del poder y como afección de la ambición política más sectaria. Los cordones sanitarios políticos son campos de concentración de la libertad, el apartheid del libre pensamiento que ha de respetar la ley.

En la España de hoy el único cordón sanitario válido es el que preserva los valores de la democracia, los principios de la Constitución, la igualdad entre españoles y territorios, el Estado de Derecho y la separación de poderes. Ese es el cordón sanitario que nos debería ocupar y unir a todos frente a las alegres propuestas de aislamiento ideológico en beneficio del llamado pensamiento único, finalidad y frivolidad en sí misma democráticamente inviable en el nuevo milenio. ¿Por qué un cordón sanitario contra Vox y no contra Podemos, Bildu, ERC o Junts? No parece plenamente democrático aplicar un cordón sanitario al separatismo que respeta la legalidad, del mismo modo que es injusto el cordón sanitario contra España que trata de extender el independentismo que actúa al margen de la Constitución.

En consecuencia, promover en pleno siglo XXI un cordón sanitario es tan estéril como desenterrar a Franco, porque con ello se apuntala la confrontación y el victimismo del objetivo, en este caso Vox, correspondido democráticamente en las urnas con 52 escaños y la condición de tercera fuerza política de España. Y del mismo modo que Podemos también logró en su momento ese pódium en la política española y no se promovió en la mesa del Congreso un cordón sanitario, tampoco parece ahora muy democrático volver a los cordones sanitarios tan totalitarios y tan del pasado.

En democracia hay que estar a las duras y a las maduras, lo que significa aceptar la legalidad de una moción anti-PP del mismo modo que aceptar, aunque no se compartan, las políticas de un partido democrático que acata la Constitución, muy al contrario que aquellos que han sido condenados por sedición golpista y malversación o por terrorismo.

Asistimos tras el 10-N a una reedición del llamado Pacto del Tinell, primer cordón sanitario oficial de la democracia española tras el aplicado por la Transición a la dictadura de Franco, este último del todo justificado. Pero España no se puede permitir, con el secesionismo en pleno desafío ilegal y golpe sostenido, una certificación de normalidad democrática a los cordones sanitarios en términos de exclusión y aislamiento. Si ERC ha logrado democráticamente 13 escaños tiene el derecho y el deber de hacer valer esa representación siempre y cuando respete la reglas del juego. Si no lo hace, el Estado de Derecho aplica mecanismos de autodefensa de la democracia y la Constitución que permitieron condenar y encarcelar a quienes desde postulados independentistas de ilegalidad intentaron imponer de forma unilateral una república inexistente en la actual configuración de monarquía parlamentaria sin respetar la soberanía del pueblo español.

El cordón sanitario del Tinell fue firmado en 2003 por el PSOE-PSC, ERC y Iniciativa per Cataluña-IU-Alternativa. Aquello dio lugar al tripartido presidido por Pascual Maragall al que Zapatero le dijo que aprobaría todo lo que viniera del Parlament catalán. De aquellos barros, el Estatut y estos lodos del separatismo ilegal que en modo alguno puede sostener un Gobierno de España sometido constantemente al chantaje secesionista. En definitiva, lo que necesita España es más democracia y menos cordones sanitarios.