Opinión

26-M y la moda Valverde

Fútbol y política combinan mal y traen consecuencias. En plena campaña del 26-M, el Barça como ejemplo pret a porter

En todas las bodas y comuniones de guardar, además de un Tezanos que predice el futuro, siempre hay un invitado que desentona por su atuendo. Está el típico cateto que viste con ropa ibicencia en misa de la España vaciada, o el paleto listillo de jersey de saldo con pretensiones de ceremonia en Los Jerónimos cosmopolitas. Está el pijo con pañuelo en la americana, informal pero muy arreglado, lo cual se nota mucho. Están el señorito gentelman que ha comprado en rebajas y el señorito excesivo que se lo ha gastado de marca en la calle Serrano o similar para lucir su acomodo económico. Y está el modernito antiguo que, seguramente aconsejado por una estilista o estilisto de discreto estilo o estila, se acicala con un modelito de imposibles clasificación y encaje por su originalidad obtusa de mal gusto. Seguramente a este último grupo identificativo pertenece Ernesto Valverde, que nació en Cáceres para hacerse del mismo Bilbao en el Atletic hasta convertirse en culé hasta la médula como futbolista y técnico de banquillo balompédico. Valverde colgó la sencillez del chándal y moda "rambla catalana" porque pensó que como Guardiola, Simeone, Zidane u otros entrenadores de relumbrón, debía vestirse para la ocasión global en puertas de una final de la champions. Pero lo que son las cosas: con una ventaja de 3-0, había que ver al entrenador del Barça con ese estilo de trágame tierra, con ese tres cuartos como tres goles que no parecía en su percha chaqueta Burberry ni gabardina Hackett; con ese pantalón suelto y largo de pisar los bajos y con ese chaleco de churrasco sobre camisa blanca de relumbrón y corbata oscura de luto, empeorando incluso la noche electoral de Génova cuando salieron con cara de susto Casado y compañía a enterrar lo que quedaba del PP. Sólo había que ver a Valverde en primer 26-M y la moda Valverde plano para comprender que la ocasión de la noche de champions presagiaba tragedia en Anfield ante un Liverpool de remontada cuyo técnico alemán Klopp no renunciaba a ropa de faena de entrenamiento. Con todo respeto para el gran Barça que enamora con el buen fútbol, realmente fue ver a Valverde moverse como modelo fracasado en la banda y en el espacio del entrenador visitante para comprender que ni Messi podía salvar tal desatino. Y así fue.

Valverde. EFELas redes humeaban como una pipa india, y los memes abarcaban más allá de la peculiar pasarela de Valverde. Tuvimos que ver la carita de Messi, que siendo o habiendo sido el mejor del mundo, está a punto de gripar el motor por falta de combustible en el depósito. Tenemos a Jordi Alba, que representó la traviata con sus cantadas defensivas de tanto que se gusta y besa a sí mismo como lateral izquierdo internacional que ni Luis Enrique quería convocar. Tenemos a Suárez que, entre mordisco y mordisco, no desperdicia ocasión para el juego sucio en su sequía goleadora. Y por supuesto está Gerard Piqué, que de borde e independentista que es, ya no llega, igual que el españolista Ramos, a la excelencia del kaiser Beckenbauer. Lo que nos lleva a esa obsesión culé de mezclar política con deporte, porque después pasa lo de la Roma y lo del Liverpool dos años consecutivos y no puedes celebrar en la Cibeles ni la propuesta de Miquel Iceta para la presidencia del Senado. Porque lo de Iceta es otra extravagancia como la malinterpretada elegancia de chapela y fuet Tarradellas de Chingurri Valverde. Lo de Iceta es una fábula muy de guiño 155 al separatismo en clave de casting Iván Redondo-Sánchez. Por tanto, no descartemos que como presidenta del Congreso prospere el mismísimo lucense diputado socialista José Manuel Franco, que con ese apellido mal sea que el socialismo no consiga desenterrar al dictador.

Pero volviendo al fondo de armario, al de la vestimenta y no al otro, debemos precisar que la pret a porter forma parte del escaparate político. Pedro Sánchez, de guapo que es, siempre camina como un modelo harto de gustar tanto a las mujeres. Pablo Casado, de sonrisa tan fácil, suele vestir de barrio de Salamanca desde que preside el PP y la oposición. Albert Rivera, que en su primer cartel de propaganda política apareció desnudo, se viste más desenfadado desde que corteja a Malú. Pablo Iglesias, siempre desarreglado, hasta se pone chaqueta para ir a Moncloa. Y Santiago Abascal, entre jinete y extremo, usa chupa de cuero de duro hijo de caserón vascuence. Pero con todo, no hay comparación política posible con el estilismo de Valverde, quien en la noche del funeral cósmico de Anfield, estuvo a la altura de la tragedia de su equipo. Es decir, fue un ejemplo claro de cómo el fútbol es en todo caso un deporte y el Barça está llegando a ser menos que un club. O dicho de otro modo: ¿Conseguirá el Barça volver en encantar con su juego hasta lograr una copa de Europa o seguirá empeñado en caer antipático a muchos españoles que aprecian sus virtudes deportivas, las de Messi, y aborrecen sus excesos político-separatistas?

La campaña de la reválida

Metidos ya en la campaña de municipales, autonómicas y europeas, hay vértigo en PP y Podemos, los partidos castigados en las generales. Pablo Casado se juega su futuro como líder de los populares, aunque Génova confía en recuperar voto y sostener parte de su poder territorial y representación en Bruselas. El CIS le otorga al PP un respiro en las europeas pues se mantiene segundo incrementando su ventaja sobre C,s, tercero, y Podemos, cuarto. Pero en las autonómicas hay riesgo de perder feudos populares como Madrid, Castilla y León y Murcia. Dolors Montserrat se mide a Borrell, candidato socialista para Europa, ambos con un claro perfil y una inequívoca posición de rechazo al desafío separatrista catalán, si bien Borrell ha suavizado su dureza contra el separatismo desde que fue nombrado ministro. Muchos le reclaman idéntica claridad a la que mostró cuando junto a Vargas Llosa cerró la gran manifestación constitucionalista en Barcelona. Dolors Montserrat dibuja una Europa unida, fuerte y segura, una "Europa de las personas como bandera popular". Y se marca como objetivo trabajar desde Bruselas para devolver la "convivencia a Cataluña".

El tamaño no importa

La ronda de contactos de Pedro Sánchez en Moncloa con Casado, Rivera e Iglesias, todos hombres, ha venido a demostrar que el tamaño no importa. A Casado se le dio trato de líder de la oposición y se le cedió la sala presidencial para su rueda de prensa. Sin embargo, a Albert Rivera le llevaron a una sala más pequeña para su comparecencia ante los medios de comunicación. Cuando le preguntaron por esa particularidad dada su obsesión por liderar la oposición pese a ser superado por el PP en 9 escaños en el Congreso y 52 en el Senado, representación autonómica al margen, dijo «que no mide el tamaño de las salas». En fin, de todos es conocido el dicho, lo cual viene a demostrar que en política, estés en el Gobierno o la oposición, no se trata de quien la tenga más larga o sea líder, sino de quien haga mejores políticas para la sociedad. Alga así les pasó a Cospedal y Soraya, pero en versión femenina. Y ahí están las dos, fuera de la política. Cospedal, por cierto, anda con muletas por una fisura en el tobillo izquierdo, que se torció sola al pisar en la calle, sin que nadie le pusiera la zancadilla.

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