Opinión

Sueños

TODOS RECUERDAN estos días al fallecido poeta vivariense Carlos Oroza, un ser ajeno a las urgencias mundanas, absorbido por ese lento proceso en busca del verso que refleja la esencia de una expresión o un pensamiento. Aún sin tomarlo como referencia, me cuesta entender la presencia de un poeta en el Congreso o en el Senado. No quiero decir que los bardos deban alejarse del activismo político, pero el oficio parlamentario es más apropiado para gentes prosaicas, pedantes o eruditos a la violeta, como definía Cadalso a los hombres con una tintura superficial en ciencias y letras. No me imagino a un poeta embarrado en el debate de los farragosos párrafos de un Real Decreto sin bostezar, como no creí que Aznar leyese poesía en catalán en la intimidad. Quizá Fernán Vello, candidato de En Marea por Lugo, piense que si obtiene un escaño contribuirá a que los políticos gestionen el futuro con más justicia, al menos poética, pero se arriesga a convertirse en uno de ellos. Caerá en una profesión sin el menor atisbo de lirismo, plagada de conseguidores y ‘'avogados das silveiras'’. Es tan paradójico que un poeta se dedique a la política como que, en palabras de Manuel Jabois, un vate que pasó hambre como Oroza dé nombre a la escuela de hostelería de Pontevedra. Ojalá entre mitin y mitin, tras el discurso panfletario y la apología, Fernán Vello se detenga ante el paisaje otoñal para que el atardecer le susurre el verso de Novoneyra: «E chove para que eu soñe».

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