Opinión

Otros cocidos

ME PREGUNTO qué dirían los prebostes dezanos que crearon la Feira do Cocido de Lalín ante el nuevo giro del festejo, con la celebración de un Cocido Gay dos semanas después del oficial. Allá por 1969 era costumbre que los marinos mercantes, al embarcarse, dejasen un poder notarial a su mujer a realizar cualquier compraventa, aunque la propiedad fuese de ella. A los gays se les aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes. Los tiempos cambiaron una barbaridad, como si pasasen 400, y no 47 años. La defensa los derechos del colectivo de LGTB es encomiable, pero no es lo mismo que este grupo organice un acto por iniciativa propia, como el Agrogay de Monterroso, que la fiesta sea iniciativa de un Ayuntamiento. Siempre queda la duda de hasta dónde llega la necesaria reivindicación y hasta dónde la obvia estrategia turística, que además sale barata. La elección de la víspera de San Valentín tampoco es inocente como acompañamiento de esa sinfonía de los sentidos gastronómica que era el cocido para Cunqueiro. Los bromistas anuncian que será un día con «moito repolo e garavanzo». La iniciativa del regidor lalinense, Rafa Cuiña, ha generado ruido. Tiempo habrá de contar las nueces. Otro signo de cambio en los modos políticos es la supresión de la investidura de comendadores por una comida solidaria. Nadie priva a los cargos públicos y famosos investidos de acudir a la Feira. Eso sí, «cada un paga o seu», como en Ribadeo.

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