Opinión

Ni medio tren

LA PLATAFORMA vecinal creada para que Lugo no pierda el tren vuelve a la carga más llena de razones que nunca. Hasta el presidente Feijóo ha dado un puñetazo en la mesa ante la insinuación del nuevo ministro de Fomento sobre un nuevo retraso en los plazos de las obras de la variante del Ave en Ourense. El comentario llega en un momento en el que, más allá de esas traidoras hemerotecas que nos recuerdan las previsiones incumplidas, se hace imposible mantener el compadreo partidario. En este escenario, la provincia de Lugo sigue condenada a ser la pariente pobre de esa Galicia de dos velocidades, sin tener ni siquiera confirmada una conexión menor con las altas prestaciones. Los políticos se olvidan de la decimonónica situación del ferrocarril lucense del mismo modo que pasan por alto el lamentable estado de ese Transiberiano del Norte de Feve, por mucho que de verano se vista de Transcantábrico. Uno no sabe dónde termina el memorial de agravios, como si la marginación ferroviaria fuera un experimento social para medir hasta dónde llega la resignación ciudadana. Entre carreras populares y protestas, entre lucecitas y comilonas navideñas, seguimos a lo nuestro, preocupados solo por el calvario de aparcar en la ciudad, porque ni recordamos que el tren existe. No me extraña que mucha gente hable con ilusión casi infantil de hacer un viaje en Ave a Sevilla o de Madrid al límite con Ourense para saber lo que es el ferrocarril del siglo XXI.

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