Opinión

Maravillas

VIVIMOS EN el país de las maravillas. Los medios nos sorprenden cada día con nuevos milagros. La noticia del funcionario de la Diputación de Valencia que cobró su salario diez años sin aparecer por el trabajo empequeñece la ausencia de una funcionaria lucense que se fue un mes a Kenia sin avisar y sin ser amonestada por tamaño despiste. Lo del golferas valenciano es todo un récord si lo comparamos con ese estar sin estar que le atribuyen a algunos funcionarios esas leyendas urbanas teñidas de envidia. Pero su cara dura ocupa un lugar secundario en la antología del disparate frente a la ocurrencia del presidente del Gobierno de invocar a la lluvia para evitar que el recibo eléctrico siga por las nubes. Imagino a los ministros cantando en corro el «¡que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!» con devoción mariana. Las ganas del Ejecutivo de cambiar la regulación del precio de la luz es similar al empeño existente en Lugo en multar a los dueños de canes que defecan en la calle. Los agentes ni echaron mano del talonario el primer año. Otro prodigio del descaro es la sensiblera queja del ministro de Energía, Alberto Nadal, al asegurar que las eléctricas también intentan estafar a su madre al ofrecerle una factura fija, más cara que la tarifa variable y autorizada por su hermano cuando era secretario de Estado de Energía. De los méritos del nuevo consejero de Red Eléctrica Española, Arsenio ‘'Cuco’' Fernández de Mesa, mejor ni hablar.

Comentarios