Opinión

Manuales para cazar votos

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se erigió en el protagonista de esta última semana electoral con sus dos visitas a la capital lucense. Aunque este viernes imitó el omnipresente estilo de Manuel Fraga y cerró campaña en varias ciudades gallegas para obtener la máxima atención mediática, Feijóo se empleó a fondo estos días en Lugo y Ourense para demandar la concentración de voto en el PP, como en las autonómicas. No solo pretende rascarle sufragios al PSOE, sino evitar que se los resten a su partido Democracia Ourensana y Ciudadanos, que si crece le puede hacer daño en ambas ciudades. Es menos gravosa la presencia de Cs en Ferrol y A Coruña, donde podría ser un aliado necesario para que el PP tenga opciones de acceder a la alcaldía. 

El candidato popular, Ramón Carballo, contó con el aval del expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, cuya presencia nos recordó que las campañas de perfil bajo y con el debate centrado en la economía, como aconsejaba su gurú Pedro Arriola, eran la mejor fórmula para no movilizar a la izquierda.

El PSOE se aferró a su narrativa e ignoró las acometidas de la oposición. La alcaldesa, Lara Méndez, expuso su modelo de modernización de la ciudad y transmitió la sensación de gobernar hasta el último día, como evidenció con la reciente aprobación de los proyectos de parques infantiles o las firmas de contratos de la luz. 

El BNG insistió en su afán de convertirse en el referente de la izquierda. Su candidato, Rubén Arroxo, fue fiel a su carácter tranquilo, sin ataques a la regidora que invistió en 2015 y con la que podría pactar ahora. Los nacionalistas se lanzaron a la calle con reparto de propaganda y vistosas bicicletas que sugieren su predilección por las políticas sostenibles. 

Ciudadanos arriesgó en su campaña espectáculo para hacerse oír y ver, y lo hizo con gracia. Tuvo como objetivos aumentar el grado de conocimiento de su alcaldable, Olga Louzao, y agitar el peral del PP, en busca de fruta madura, y el cerezo del PSOE, a la caza de descontentos. Insisten los naranjas en el valor doble del voto a su formación en Lugo para lograr un diputado provincial. 

Lugonovo apostó por una línea retro, al estilo de los años 80, en su cartelería. Cambió de su candidata inicial para apostar por una persona más conocida, Xosé Chorén. No trabajaron bien su imagen, con muchas fotos en las que aparecía alejado del objetivo o casi camuflado entre otras personas. Aún más clásica fue la candidata de Galicia Sempre, Carmen González, quien optó por hacerse eco de demandas vecinales. Para liarla ya tenía al presidente de su partido y alcaldable de Becerreá, Manuel Martínez

Josito Pérez, de Podemos, desarrolló una campaña artesanal, con 2.000 euros de presupuesto. Sus jornadas fueron titánicas. Tenía que atender a los gemelos —su pareja trabaja en Ferrol—, ir al curro y patear la calle. Se valió de su faceta de músico, como el Día das Letras Galegas o este viernes en el Clavi. Como intérprete exhibe un toque reivindicativo, pero su propaganda tiene un aire a Rafaella Carra. Es un canto a la felicidad, propio de su optimismo arrollador. No critica a nadie, sino que cuenta lo que quiere hacer. Despierta la simpatía de sus conocidos, pero habrá que ver sí se traduce en votos. Su competencia directa es la Ace de Carlos Portomeñe, fiel a su hieratismo de marxista ortodoxo. Su lista animó estas tediosas jornadas con el mejor video, idea de su responsable de campaña, Carmen G. Magdaleno, influencer feminista y aprendiz de comunista. 

Ellos ya se lo contaron, ahora ustedes eligen.

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