Opinión

El pacto de Olmedo

OLMEDO ERA hasta ahora una localidad conocida por sus reminiscencias literarias. La obra teatral de Lope de Vega que la hizo famosa, ‘El caballero de Olmedo’, recrea el asesinato en 1521 de Juan de Viveiro, noble con antepasados en la localidad mariñana que le daba apellido. Este pueblo vallisoletano tuvo un protagonismo accidental en el reciente devenir político lucense. El pacto de Olmedo es como se conoce entre bambalinas al acuerdo entre el presidente de la Diputación, Darío Campos, y el entonces diputado díscolo Manuel Martínez, para su regreso a las filas del PSOE con el fin de alcanzar la estabilidad en el gobierno provincial. La reunión no se celebró en una gasolinera de O Corgo, como en los públicos escarceos de Martínez con el PP. En este caso prevaleció el secretismo. Ambos se encontraron en la estación de Ave olmedana con Mario Jiménez, exportavoz de la gestora del PSOE, como interlocutor.

Campos vio la luz y abrió vías de diálogo con su escamado diputado provincial, en una fase inicial a espaldas de su ejecutivo, para rubricar un documento que le otorgaba a aquel la vicepresidencia de la Diputación, el área de Vías y Obras y la presidencia de Suplusa. La vuelta del hijo pródigo, ese regalo de Navidad que pedía José Blanco, estaba encauzada. Desde entonces, las aguas discurrieron mansas en apariencia, pero las corrientes generaron remolinos que agravan el caos del PSOE lucense. El veto de los ‘sanchistas’ a una lista de integración de delegados al congreso federal en la que figurase Martínez, resulta chocante si se considera que en la candidatura aprobada hay dos compañeros suyos en el ejecutivo provincial, Miguel Ángel Sotuela y Pilar García Porto, esta como suplente. Demuestra también que las heridas siguen abiertas y que no hubo aquiescencia general al pacto de Olmedo.

Martínez no se quedó quieto tras el corte de mangas de la asamblea. Aplicó una jugada de libro y protagonizó otro ‘martinazo’ al votar con el PP el desalojo de Campos de la presidencia de Suplusa y dejar a los socialistas y al propio afectado en la obligada coyuntura de apoyar el cese. El relevo estaba previsto en el pacto y puede que el diputado de Vías y Obras estuviese harto del retraso en el nombramiento, pero la maniobra fue un aviso para navegantes de quien se sabe en peligro y advierte de que venderá cara su piel.

Tras el nuevo capítulo del esperpéntico culebrón socialista, las miradas se fijan en quienes se aferran al ‘no es no’ contra el político de Becerreá para que clarifiquen su estrategia en pro de la paz partidaria. Martínez salió chamuscado, pero el gran perjudicado de la asamblea fue Campos, que mostró su falta de control sobre el partido y por la tensión generada en el gobierno provincial. Pese a las puñaladas, el pacto se mantiene y sus compañeros, y sin embargo enemigos, no pueden tararearle al regidor becerrense el célebre verso de Lope: «¿Quién mató al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo?».

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