Opinión

El dilema

EL LÍDER de Podemos, Pablo Iglesias, pese a su apariencia desenfadada, cuida mucho el márketing en su afán de acaparar titulares. Una diputada le da el pecho a su bebé en su escaño. El amado dirigente se morrea en el Congreso con un aliado y ofrece su despacho a una política del PP y un correligionario para que fluya el amor. La informalidad de un señor al que sus asesores le miden el número de pestañeos por minuto, o el color de la goma de la coleta, suena a postureo. Más allá de los gestos, Iglesias se enfrenta al complejo juego de tronos de la política de pactos. Su declaración de amor a Pedro Sánchez es un guiño engañoso. Forma parte de su bipolar relación con el PSOE, al que un día le da un palo y otro la zanahoria. No fluye el amor, ni en Podemos, ni en otros partidos, por falta de altura de miras. El argumento podemita de que la ruptura del bipartidismo sería la génesis de una nueva Transición se tambalea. Nadie plantea un consenso para salvar la difícil coyuntura económica. La nueva política tropieza con el dilema de la vieja política. El PCE abandonó su propuesta de ruptura democrática para firmar los pactos de la Moncloa en 1977. Ahora le toca a Podemos deshojar una margarita que ahonda su división interna. Los ‘ponitailers’ (coletistas y sector radical) mantienen un pulso con los ‘errejoners’, esos ‘believers’ próximos al Justin Bieber del partido y proclives a un pacto con PSOE y Ciudadanos, la otra gran coalición. La historia se repite.

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