Opinión

¿Quién ayuda a Gabriel Boric?

A seis meses de su llegada a la presidencia de Chile, Gabriel Boric está frente a un naufragio.

Presionado por la inseguridad y la violencia desatada en el sur del país, desprevenido ante el avance de la crisis económica y apremiado por la urgencia de salarios dignos, mejor educación y la reforma de las pensiones, Boric ha visto desplomarse su capital político cuando apenas intentaba desplegar sus velas. 

El apabullante rechazo del domingo (62% en contra) al proyecto constitucional, por el que puso toda la carne en el asador, lo coloca frente al tremendo desafío de dar un golpe de timón para reconducir su gestión y el proceso de ese nuevo contrato social y político al que aspiran los chilenos para reemplazar, al fin, la constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet.

"Hay que escuchar la voz del pueblo", dijo Boric la noche del domingo una vez consumado el desenlace del plebiscito. Un resultado previsto por las encuestas aunque lejos de la magnitud expresada en las urnas. Un no transversal que recorrió Chile de arriba a abajo, sin excepción, en un contexto de una participación electoral jamás alcanzada.  

El rechazo fue apoyado por hombres y mujeres, jóvenes y mayores, trabajadores y empresarios, en todas las regiones del país austral, de Arica a la Araucanía y más al sur; de Valparaíso a Santiago. El apruebo solo se impuso, de manera anecdótica, entre los escasos votantes en el exterior. 

En su alocución de apenas 10 minutos la noche del domingo, Boric fue autocrítico y reconoció lo evidente: la certeza de que los chilenos confían en su democracia para superar las diferencias y avanzar -"en Chile las instituciones funcionan"- y la constatación de que la propuesta constitucional no satisfizo y por eso fue rechazada "de manera clara".

También planteó el muy joven presidente chileno, surgido al calor de las luchas estudiantiles hace más de una década, que deben quedar a un lado definitivamente el "maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto".

Términos, unos más que otros, que los partidarios del rechazo, en particular de la centroizquierda, un factor decisivo para la victoria del rechazo, observaron en el comportamiento de la mayoría que integró la muy cuestionada convención constitucional. ¿Le habla el presidente a su gente más a la izquierda en la coalición gobernante que añora aún una constitución  que encarne un proyecto refundacional?

A Boric le reconocen, incluso adversarios, talento y liderazgo político. Cualidades que le permitieron, primero, sorprender al ganar la candidatura de la coalición Apruebo Dignidad, y luego, vencer en la segunda vuelta presidencial al conservador José Antonio Kast, que lo había adelantado en la primera vuelta.

Convencido del proyecto de transformaciones profundas que proclama para Chile, sin desconocer los avances logrados en los gobiernos de la concertación que sucedieron a la dictadura de Pinochet, Boric ha sabido marcar distancias desde la campaña electoral con líderes del Partido Comunista, su aliado de mayor peso histórico, al cuestionar los  regímenes de Daniel Ortega y Nicolás Maduro, en Nicaragua y Venezuela. 

¿Lo acompañará su coalición sin fracturas en el apoyo a una constitución que “interprete a todos”? ¿Sus anunciados ajustes en el equipo de gobierno promocionarán a sectores moderados de su coalición? ¿Sumará otros aliados?  

El plebiscito fue una derrota contundente. ¿Será también una oportunidad para que los chilenos se vuelvan a encontrar, como confía Boric?
 

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