Opinión

De izquierda a derecha

EN EL ESTADO en que nos encontramos de constante campaña electoral convendría aclarar un par de conceptos que tenemos desactualizados, corroidos por el paso del tiempo. Me refiero a los conceptos de izquierdas o derechas, los dos parámetros que sirven para manejarnos en el mar de la política en que navegamos todos los días. Lo que leemos, escuchamos o vemos en los Medios no ayuda mucho a nuestra claridad al respecto, porque ellos mismos (los Medios y sus escribidores) no lo tienen tampoco muy claro y se limitan a poner la pegatina de derecha o izquierda sin pararse mucho a pensar de que va la cosa y, me temo, sin tener mucha idea de que va esa cosa. Como el mundo está en constante conflicto electoral, y cada movimiento en el paisaje político de cada lugar influye en el resto a cada momento leemos las palabras izquierdas o derechas sin más matices. Por ejemplo reciente: Tsipras y Corbyn acaban de ganar en sus territorios propios; el primero en las elecciones generales de Grecia, una especie de volver-a-empezar; el segundo, como nuevo líder del Partido Laborista británico. La prensa de aquí los despacha a ambos con la etiqueta de "izquierdas". Pero, salvando la posible cercanía ideológica, que estaría por ver, no tienen nada en común, salvo que hace un año nadie sabía de su existencia. Tsipras es el ganador de una elecciones generales en un país mediterráneo en conflicto económico con Europa y Corbyn es el ganador dentro de su partido (el Laborismo británico es lo que los británicos llaman "izquierdas", comparable a lo que los británicos llaman "comida", es decir, un nombre sin nada detrás) en un país de economía próspera, una reina eterna y una relación con el mundo un tanto peculiar. Pero a los dos los despachan con el titular de "Gana la izquierda".

En el panorama político mundial hay izquierdas y derechas en el poder, según los baremos periodísticos, que son una purrela sin ningún análisis. Así, en el concepto izquierda meten al socialista francés Hollande, a la brasileña Dilma Russeff o al socialdemócrata Passos Coelho, mientras que en la derecha entraría la demócrata cristiana Merkel, Mariano Rajoy (sin etiquetar) o el conservador británico David Cameron. Y así, generalizando, despachamos la cuestión. Pero sabemos que las diferencias entre cada uno, su estilo político y las circunstancias diferentes de cada sociedad en la que gobiernan, hace que derechas e izquierdas tenga colores variables. Y convendría que nos aclarásemos, porque en nuestra realidad social (iba a decir España, pero a estas alturas, con el follón de identidades que tenemos, a lo mejor resulta poco definitorio) no sabemos ya en donde estamos, y los que fuimos de izquierdas o derechas de toda la vida, vemos como se nos escapan los conceptos y nos encontramos desubicados.

Convendría primero hacer un poco de memoria, esta cosa tan frágil que se rompe en los Medios, que padecen un alzheimer tanto gramatical como conceptual, y no digamos de referencias históricas (lo primero se soluciona con más escuela, lo segundo, con un simple diccionario ideológico -antes había un María Moliner en cada redacción- y lo tercero, consultando con las hemerotecas). Convendría recordar como la izquierda clásica de este país, encarnada en sus orígenes clandestinos por el Partido Comunista, empezó a soltar lastre para ganarse los votos del centro. El PC escoró a estribor, dejó de ser comunista, después desdibujó la izquierda y se amalgamó bajo unas siglas que decían que eran "izquierda". Lo mismo le sucedió al PSOE, que dejó primero el marxismo, y después abandonó el obrerismo en Marbella para llegar al poder diciendo que eran de izquierdas, que estaban allí para cazar ratones aunque fueran gatos negros o gatos blancos (algo así decía el ahora gran gurú y en aquel entonces presidente del Gobierno). Las palabras comunismo o marxismo podían asustar a los españolitos del estado del bienestar (regular estar casi siempre) y todo se fue hacia el centro, donde ya había unos que se calificaban de centro. La derecha lo tenía más fácil, sólo tenía que quitarse el uniforme de jefe del Movimiento y vestirse de traje y corbata para disfrazarse de centro; como no tenían ideario, se adaptaron facilmente a lo que hiciera falta para ser rentables. Todos buscaban el centro de gravedad permanente, el lugar del poder intercambiable, el voto útil que lo mismo vale para unos que para otros, el denominador común, el espacio teórico que lo mismo sirve para que te vote un facha que un rojo (denominaciones hoy en desuso, simplemente folklóricas).

Y como todos se pusieron a olvidar la Política y a sustituirla por la Economía, pasó lo que pasó: como políticos eran mediocres, pero como economistas eran un desastre. Así que se dejaron ir por la Economía de la mano de los que de verdad sabían, los banqueros, los expertos en fondos de inversión, el Fondo Monetario Internacional (y sus presidentes sospechosos habituales), el Banco Central Europeo y las bolsas mundiales, amén de las fuerzas ocultas que manejan el oro y el moro. Y como vimos que todo eso sucedía no importara quien mandase en cada sitio, ni si era de derechas o de izquierdas, y que todos se besaban en público como si fueran de la misma idea, pues las fronteras se desdibujaron, las ideas se nublaron y todo quedó fuera de sitio. Ya no se sabe que es ser de derechas o de izquierdas. El izquierdoso Tsipras tiene que pelear contra la Economía, y si no lo hace con armas de la Política, no hará nada especial. El izquierdoso Corbyn empezó por cabrear a la artrítica política británica. En España habrá elecciones este domingo y las volverá a haber en diciembre (dicen), pero hay pocas cosas claras; nadie habla con claridad (ha tenido que venir el ex presidente uruguayo Mujica para decir cosas con sentido político común) y sólo se sabe que tenemos un país con tres millones de pobres y 21 supermillonarios (datos de Oxfan). Como posible regla general orientativa aporto la que me dio un amigo: La izquierda es un estado de ánimo, la derecha un estado de cuentas.

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