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Inmersión

Psicoanálisis y romanticismo se buscan en una película de cocción lenta y digestión espesa

EL PSICOANÁLISIS, desde Freud a Lacan, se preocupó de la estrecha relación entre amor y muerte como elementos casi indisolubles. El narcisismo definido como esa cualidad que le falta al yo para alcanzar el ideal amado. El amor busca, en esa elección narcisista, un imaginario perfecto que es, justamente, aquello que a uno le falta.

En la Metamorfosis de Ovidio, lo que le lleva a la muerte a Narciso es la imposibilidad de desprenderse de su cuerpo. El romanticismo más esencial se fundamenta en la inviabilidad del deseo y en la imposibilidad de consumar la unión de dos que se consideran complementarios.

Basada en una novela de J.M. Ledgard, Inmersión responde al ideal romántico en el que la pulsión sexual está íntimamente ligada a la pulsión de muerte. Psicoanálisis y romanticismo se buscan en una película de cocción lenta y de digestión espesa. Los protagonistas del romance son un espía británico (James McAvoy) que planea llevar a cabo una operación en Somalia, y una biomatemática (Alicia Vikander) que estudia las profundidades más insondables del océano.

La película transcurre en tres líneas temporales: dos de ellas simultáneas, en las que los personajes viven con angustia la distancia que les separa, al tiempo que lidian con una situación extrema que les puede llevar a la muerte. La tercera, contada a través de flashbacks aleatorios, narra el momento exacto en el que se conocen y se enamoran en un hotel de Bretaña. 

Wim Wenders, director alemán que vivió su mejor momento en los hace dos y tres décadas, trata de hacer encajar un puzzle con estas tres líneas y una metáfora tan poderosa que engulle la película: él quiere acabar con los males que destruyen la superficie; ella, descubrir las profundidades del océano que están ligadas al núcleo de la Tierra. Los dos se separan y arriesgan su vida para conseguir aquello que sueñan.

La película de Win Wenders naufraga en su propio discurso con una duración innecesaria: 140 minutos    

Inmersión se concentra tanto en el subtexto que no deja respirar a la historia. A medio camino entre un ejercicio de estilo alambicado y relato comprometido, la película de Wenders naufraga en su propio discurso. Tampoco ayuda la elección arbitraria en la articulación de las tres historias fragmentadas. Con una duración abultada innecesariamente (hasta los ciento cuarenta minutos), Wenders está a una distancia abismal de su cine de los noventa, cuando era capaz de transformar todo esto en una obra excepcional.

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