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El libro de la vida

EL CRÍTICO Jordi Sánchez Navarro define la animación como «un disturbio permanente en el extrarradio del cine», una zona de guerra y experimentación narrativa en la periferia de la industria.

Un sector de la animación, siempre vista y tratada como un género menor, modificó su discurso en los últimos años con la intención de atraer a un público adulto.

Nada que objetar desde el punto de vista creativo; las zancadas que aportó Pixar son tan importantes como las de Disney en aquella industria pionera. El problema está, una vez más en quién mira: en el espectador que, ahora sí, se ve autorizado a disfrutar de un cine más libre, capaz de expresar con imágenes lo que no se puede representar de ninguna otra forma.

‘El libro de la vida’ tiende puentes entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, entre el folclore mexicano y la idea que Estados Unidos tiene de este, y entre el trazo fino de la animación ‘mainstream’ -representada en los niños que van al museo- y la libertad extrema de quien se sitúa en el extrarradio y pretende combatir desde allí, que vendría a ser toda esa locura multicolor que es el episodio central.

El mito de Orfeo y su descenso a los infiernos es interpretado con figuras hechas de madera, donde se cruza el culto popular a la muerte (o La Muerte en mayúsculas) y un discurso actualizado de autonomía personal frente a lo que la familia y la comunidad esperan de uno. Dos jóvenes -un torero y un militar- comparten el amor por una chica en una versión azteca de ‘Jules y Jim’.

Como en la película de Truffaut, el objeto de deseo, María, no es pasivo, sino sujeto activo que, en más de una ocasión, reivindica su feminidad y rechaza el auxilio de los dos caballeros. Manolo y Joaquín se desprenden de la tradición familiar y escriben su propia historia en un viaje alucinante.

‘El libro de la vida’ defiende su condición de extrarradio. El museo al que acuden los niños no abre por su puerta principal -el cine tradicional- sino por una puerta lateral, oculta, que esconde la entrada a ese disturbio permanente; a una animación que es fantasía pura y liberación irracional.


Director: Jorge R. Gutiérrez. Género: animación. Calificación: 3 / 4

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