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Astérix

LA MARCA Astérix, filón indiscutible para lectores de tebeos de varias generaciones, fue material tóxico en manos de cualquier adaptación animada. Ni los primeros acercamientos para televisión con muy pocos medios, ni mucho menos las grandes producciones con actores de carne y hueso, hicieron justicia a una de las ficciones seriadas más importantes y más populares del siglo XX. Su maltrecho árbol genealógico en el cine ha hecho que el estreno de ‘La residencia de los dioses’ se recibiese con un escepticismo inmerecido.

La adaptación de uno de los números más populares de los que protagoniza la aldea gala es la que necesitaba la obra de Goscinny y Uderzo. Cuidada en la forma y en el fondo, por fin estamos ante una película de Astérix que hace justicia con la materia prima que tiene entre manos, y traza las líneas necesarias entre la época en la que fue publicado en papel y la que ve su animación en pantalla grande. ‘La residencia de los dioses’, cuyo tomo salió a principios de los setenta, mantiene la esencia del original en el relato.

Julio César, cansado de darse una y otra vez contra la misma pared gala, ensaya una jugada distinta y directamente ligada a la teoría colonialista de los Estados Unidos en aquel momento: someter a su patio trasero con una invasión sibilina, en la que el capitalismo haga su trabajo como exportador agradable del modo de vida occidental.

La tesis de Julio César pasa por construir en los alrededores de la aldea gala un centro de vacaciones a gran escala, donde los romanos acudan en masa, reactiven la economía de la zona e inoculen el virus del consumismo a los lugareños insurrectos. El turismo consigue lo que tanto costó al ejército imperial: que los vecinos de la costa de Armórica depongan sus armas sin ofrecer resistencia y se entreguen, con entusiasmo, a las comodidades de una vida de clase media.

El cine político se da la mano con la comedia física característica de Astérix. Las referencias cruzadas a la actualidad, que normalmente suelen ser de humor blanco y escasa profundidad, se convierten en certeros análisis del conflicto de clase (en el pasaje en que los esclavos usan la poción mágica, no para enfrentarse a los romanos como querían los galos, sino para negociar sus condiciones de trabajo) y la sociedad capitalista (sin apenas darse cuenta, esos mismos esclavos acaban pagando un alquiler y engrasando la máquina que los oprime).

Título: Astérix y la residencia de los dioses.
Director: Louis Clichy y Alexandre Astier.
Calificación: 3 / 4

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