Opinión

Yo odié a Ángel Nieto

DURANTE UN tiempo odié a Ángel Nieto. Sé que no es el momento adecuado para reconocerlo, pero hubo unos días en 1988 que así fue. Hasta entonces, Nieto era para mí un ejemplo a seguir, el piloto humilde, sacrificado, luchador, capaz de lograr victorias épicas tan solo unos minutos después de sufrir escalofriantes caídas. Su propia historia, la del niño pobre criado en Vallecas, que con solo 14 años se escapa a Barcelona para perseguir su sueño de conseguir una prueba con Derbi y convertirse en el piloto oficial de la marca, hacía que fuera imposible no sentir empatía con él y, más aún, cuando a pesar de los triunfos y los reconocimientos seguía mostrando esa imagen de persona cercana, que no renuncia a sus orígenes.

Esos valores de humildad, constancia, trabajo, persistencia que me transmitía la figura de Ángel Nieto eran exactamente los mismos que yo veía en Juan Manuel López Mella. La primera vez que lo vi correr fue en el GP de San Froilán de 1986, de agridulce recuerdo, porque a la vez que el lucense lograba subirse al segundo peldaño del podio con su vetusta Ossa 250, patrocinada por Leche Ram, se producía el accidente mortal de un joven piloto vigués.

A partir de aquel momento, la carrera de Mella no dejó de crecer y pronto se forjó una más que merecida fama de piloto rápido y espectacular, que suplía con valentía su carencia de medios económicos y técnicos.

Fue en esos años cuando empecé a tratar a López Mella personalmente y a considerar como propio cada triunfo suyo. Así, después de un año compitiendo en el campeonato de España de 250 c.c. y en Superbikes, su talento no pasó desapercibido para una leyenda como Nieto, que lo citó para realizar una
prueba junto a Alberto Puig y Carlos Muñoz. El 12+1 debía elegir al compañero de equipo de Carlos Cardús para el Mundial de 250 c.c. del año 1988 y, aunque Alberto Puig aportaba a su talento patrocinadores y todo el peso que tenía el mercado catalán de la motocicleta, éramos muchos los que pensábamos que, sobre los intereses económicos, pesaría en la elección de Nieto, la rapidez, el talento, el pundonor y la humildad del gallego.

No fue así y, aunque meses más tarde Nieto le diese a Mella la oportunidad de sustituir durante dos grandes premios a un lesionado Cardús, lo cierto es que le dejó una Honda RS muy inferior a las NSR que ya llevaban los mejores de la categoría.

Aquellos días, efectivamente, odié a Nieto, aunque el propio talante de López Mella hizo que aquella animadversión me durase muy poco.

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