Opinión

Uno solo

BUENAFUENTE Y Maruja Torres hablaron primero del bigote de él, que pretende dejarse hasta que Rajoy y Puigdemont hablen. Ella le contó entonces que se prometió no parar de tejer una labor mientras Franco siguiera vivo y que lo que iba para jersey se tornó manta. Él la miró con expresión resignada de 'lo que te rondaré, morena'. Hablaron después de la gente, de la gente opinando cosas, de la gente posicionándose, de la gente revelándose, de cómo ella se había dado cuenta con sorpresa de que mucha gente maja se había vuelto mala. Que también había buenos, claro, y los hijos de puta de siempre, los invariables, pero lo otro, lo otro fue lo que le impactó.

Es un aprendizaje penoso de vivir comprobar que, efectivamente, hay gente mala. Pero, a poco que se piense, aún asombra más ver que uno solo de los otros ya nos salve, cómo seguimos jugando con un equipo tan reducido, cuantísimo significa, en realidad.

Ilustración para el blog de María PiñeiroHace poco hice un viaje largo en autobús, el peor de los medios de transporte. Como no puedo leer, veo películas y, como no puedo dejar de pasmar ante el paisaje circulante, vuelvo a ver las que ya he visto. En un cine de dos pantallas, seguí a ratos Begin Again y, a otros ratos, uno de esos atardeceres que incendia el cielo, uno de los pocos lugares en los que el fuego queda bien.

Begin Again es la historia de gente que salva a otra. Mark Ruffalo es un productor musical semiacabado, borracho y perdedor que está excavando a dos manos un hoyo muy hondo y casi llegando al fondo. Keira Knightley es una cantautora británica que acompaña a su novio a Nueva York porque este se ha convertido, tras la inclusión de dos canciones en una película, en una estrella pop en ciernes. Al poco tiempo, la deja por otra y no queda claro si ella sufre por ese abandono, por la comprobación de que él empieza a componer basura o porque se vuelve el típico imbécil con gorro de lana en agosto. Por todo.

Los dos personajes graban un disco juntos y se rescatan mutuamente. Si me dedicara a redactar sinopsis de películas, un trabajo que existe, diría que es una historia sobre el poder de arrastre de la creación, de cómo el entusiasmo es el virus más contagioso y cómo la música en la que se cree es un gancho que tira de ti y te saca a flote. Pero, en las idas y venidas de la pantalla a la ventanilla y ahora que la he (medio) vuelto a ver me quedo con otra cosa.

Knightley tiene un amigo en Nueva York, interpretado por James Corden, también músico, que toca en la calle con absoluta entrega y cero éxito, siempre en la misma esquina. Bromea cariñosamente sobre cómo ella y su novio se han convertido en estrellas mientras le enseña su minúsculo apartamento. Ella le quita importancia a todo. Se nota que se quieren.

La segunda escena que tienen juntos transcurre en la noche en la que ella rompe con su novio. Se planta en la esquina en la que Corden está tocando, lleva su mochila, su guitarra, una maleta en una mano y arrastra su bici con la otra. Él aporrea la guitarra al máximo, con los ojos cerrados y, cuando la ve acercarse, los abre y sonríe. Este es un actor con una buena sonrisa, que le ocupa la cara entera, no de esas sonrisas rácanas y distraídas, de alegría condicionada. Enseguida se le congela y las manos se detienen, se da cuenta de que algo no está bien. En un solo gesto deja caer la guitarra y avanza para abrazarla. De golpe ella también suelta la bici y la maleta y hace lo propio.

Y ahí está, yo creo, el principal rescate de la película, es Corden quien salva a Knightley en ese instante, en ese tirar con todo al suelo, en la canción detenida en lo más alto, en no tener ni idea de qué ocurre pero estar ya a tope con ella. Y luego sí, Ruffalo y el disco, las charlas y las noches callejeando, el perderse en una labor que te absorbe. Todo eso también, pero es Corden, su estar ahí, quien la salva primero. Es él quien no la deja caer, quien deja claro que tantas veces solo hace falta una persona, un amigo. Uno solo.

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