Opinión

Sí o no

EL OTRO día estaba yo en una cafetería y entró una señora pidiendo un Aquarius, marca que patrocina este texto. Preguntó la camarera si lo quería de lata o de botella. La clienta no estaba preparada para esa pregunta, así que se detuvo unos segundos a pensar, porque en realidad le daba lo mismo. Tras la pausa, se decidió por la lata. Entonces la camarera quiso saber si la señora lo quería de naranja o de limón. Otra pausa. Empezó a mostrar signos de nerviosismo, pues ella solamente quería una bebida de la referida marca. Lo pidió de naranja. Incansable, la camarera volvió a la carga. ¿Frío o del tiempo? La pobre señora, desesperada, lo pidió frío. ¿Con hielo o sin hielo? Sin hielo. Inmediatamente la camarera le preguntó si quería un pincho y la señora, angustiada, dijo que sí por no decir que no. Entonces, ¿tortilla, tostas de cangrejo o empanada? Empanada. A los cinco minutos, tras pagar y dar un sorbo al refresco, la señora se largó.

En la mesa de al lado, empecé a reflexionar. Y así, reflexionando, reflexionando, comprendí lo que estaba sucediendo. Me encantan los gerundios. Igual tengo un tumor en el coco. Llegué a la conclusión de que nuestras vidas se han convertido en eso: en un cúmulo de opciones innecesarias. Si una persona tiene que tomar siete u ocho decisiones para pedir un refresco, pensé yo, ¿cuántas más a lo largo del día? Ante la estantería de un supermercado, la carta de un restaurante o la cola de un banco; en una red social o frente a un armario.


Cierto que peor que tener muchas posibilidades es no tener ninguna


Siempre echo de menos los tiempos en que las opciones eran binarias. Dos refrescos de cola, dos marcas de ginebra, dos sabores para todo, con azúcar o sin azúcar, Raphael o Julio Iglesias. Lo de este domingo es una verdadera involución. Volvemos a los tiempos en los que hombres y mujeres tenían ante sí multitud de posibles decisiones. Eso era para sobrevivir. No hay alimento. Las verdes praderas se han cubierto de nieve y la caza se ha largado. ¿Pasamos dos días más sin comer, mandamos a un explorador a ver qué hay tras esa montaña, desplazamos a toda la tribu, esperamos a ver si vuelven los bisontes, nos comemos entre nosotros, atacamos a la tribu vecina, construimos una barca de cuero y nos echamos al mar, o qué? Luego, con el paso de los siglos, la humanidad fue simplificando las cosas precisamente para ganar seguridad y no dedicar el tiempo a decidir tonterías, que es lo que hacemos hoy, decidir tonterías una y otra vez, decenas o cientos de veces al día, sin parar.

Cierto que peor que tener muchas posibilidades es no tener ninguna. La gente que no puede ir a una cafetería a beberse un refresco porque está en el paro tiene un problema mayor que el de la señora del otro día. Lo deseable sería que una y otra pudieran elegir, pero no demasiado. Se pierde demasiado tiempo eligiendo, pero ya nos hemos acostumbrado a ello y las soluciones que vienen de dos en dos nos causan estrés y desconcierto.

Miren ustedes en Catalunya, la que se ha montado por hacer una pregunta con dos posibles respuestas de una sencillez pasmosa: sí o no. Ya nunca se nos da la oportunidad de responder a una pregunta sencilla con un sí o un no. La simplicidad ha desaparecido de nuestras vidas. En lugar de un sí o un no, estamos acostumbrados a los sí, pero; no, aunque; depende cómo; tal vez; por ahora sí; de momento no; hay que hablarlo; no puedo; no puedes.

Hace tiempo, dos amigos decidieron en un bar a las seis de la mañana que harían el Camiño. Una decisión sencilla: sí o no, y decidieron que sí. Con el paso de los días empezaron a plantear opciones: uno decía que saldrían de Tui, otro que de Astorga; uno que caminando, el otro que en bici: uno que durmiendo en albergues, el otro que en hoteles. Han pasado unos veinte años y ahí siguen. Ninguno quiere ser el que se echa atrás y cada cierto tiempo se encuentran y dicen que tienen pendiente lo del Camiño, y empiezan otra vez con las negociaciones. Juro por Dios que nunca lo harán, aunque ellos todavía creen que algún día se pondrán de acuerdo.

Lo de este domingo en Catalunya debiera ser un ejemplo de retorno a la normalidad. Muchos catalanes se han hecho una pregunta sencilla con dos opciones muy simples. Y han decidido contestar con un sí o un no; eso genera una gran tensión, vaya usted a saber por qué. Ya quisiéramos todos tener la oportunidad de volver a los tiempos de las dos opciones: naranja o limón, vodka o ginebra, Cola-Cao o Nesquik, Beatles o Rolling.

Lo que ocurre es lo mismo que sufrió la señora de la cafetería: que la camarera no permite que la señora elija lo que le dé la gana y quiere complicarle la vida en lugar de servirle de una vez lo que venía pidiendo. La clienta ya había decidido, pero la camarera se propuso negociar qué era lo que la señora no quería beber. Supongo que nunca volverá a ese bar.

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