Opinión

'Operación diálogo'

SI LAS LÍNEAS maestras de la llamada operación diálogo para dar salida a la cuestión catalana son las que marcó este martes Margarita Robles ante la prensa en el Congreso, poco o ningún recorrido cabe esperar. Si se suma a ello la indecisión en la que se mueven Rajoy y su Gobierno, que se pretende justificar desde el PP por la falta de apoyos políticos, cabe sospechar que no hay trazado de salida. Sucede que más que buscar soluciones al problema catalán, más que desmontar o contrarrestar el discurso aceptado acríticamente de "persecución policial" y "violencia contra Cataluña"; más que centrar el foco sobre las invitaciones de Puigdemont a que la Guardia Civil y la Policía Nacional se retiren; más que el apoyo, económico incluido, del Gobierno catalán a una huelga política, la prioridad inmediata continúa en el acoso y derribo a Rajoy. No comparecer en el Congreso hasta el día 10 ciertamente deja desnudo al Gobierno. No hay justificación. Desde ahí, desde la tribuna del Congreso, debería el presidente comunicar a los diputados y a la ciudadanía un compromiso de acción, más allá de palabras huecas aunque solemnes, y que cada grupo fijase su posición. Pero si la unidad frente al desafío secesionista son las líneas argumentales que expresó la portavoz socialista Margarita Robles –qué quiere decir desde "la defensa de la legalidad y el Estado de derecho" y el enunciado de moverse "en el marco institucional"– poca confianza cabe. Porque algo habría que decir este martes sobre una huelga política que paralizó Cataluña con bendición y dinero de la Generalitat; sobre los escraches a una comisaría y a las sedes de PP y C´s; sobre el acoso a Guardia Civil y Policía en los hoteles, de los que los echan entre insultos. La primera expresión de solidaridad por una diputada y magistrada en excedencia sería antes por esta persecución de una masa enfurecida que por el mal hospedaje que les ofreció Interior.

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