Opinión

Lo insólito y lo ordinario

Título: Twin Peaks.
Creadores: David Lynch y Mark Frost.
Reparto: Kyle MacLachlan, Michael Ontkean, Mädchen Amick.
Cadena: ABC, Showtime.
Calificación: ●●○○○

NO SÉ qué decir. Confieso. No soy capaz de aguantar Twin Peaks. Esa parábola, dicen, metatextual, onírica, fantástica y un sinfin de cosas más. Esa genialidad que representa vayan ustedes a saber qué. A mi si me lo explicaran bien clarito, les agradecería el detalle. A veces, dejar que el espectador saque sus propias conclusiones, oigan, no es nada bueno. Se corre el peligro de no saber moverse entre tanta rareza -perdón- metáfora. Y es que yo me pierdo entre tantos universos paralelos, asbtractos y, ay sí, brillantemente reflejados por sus creadores como símbolos de, bueno, algo. Las estructuras están para romperlas, y el ritmo para quebrarlo y la imagen para trasladarla a su lado oscuro. No es que me parezca mal, no piensen eso, lo que me ocurre es que estoy ahí delante de la pantalla, y pasa el tiempo y no logro que el asunto me interese. Por mucho que estemos hablando de David Lynch, yo, no es que me quede igual que antes, es que, aunque lo busco, no acabo de encontrarle el punto mágico ese que otros encuentran a la primera. Es, por supuesto, torpeza mía, no se vayan a creer. Es que la poesía la veo en otro lado.

Recuerdo una película de 1965, Repulsión, dirigida por Polanski, en la que la utilización surrealista de la narración daba como resultado una pesadilla tremendamente inquietante, creando un universo perturbador que la protagonista sufría a la vez que los espectadores. Recuerdo a Buñuel y su cine y cómo un mundo se convertía en su reverso y la crítica estallaba y, de algún modo, nos hacía comprender. Con Twin Peaks puede que sucedan dos cosas. Bueno, o más. Puede que el universo este que Lynch se ha creado junto con Mark Frost sea tan profundo, tan enigmático y tan simbólico que yo no alcance a comprenderlo. Es probable que no llegue tan abajo, a veces no acierto a distinguir nada extraño en eso de «encuentra la diferencia», lo veo todo igual, o sea que, imagínense, si me ponen seres estrambóticos por todos lados y no me dan las instrucciones, no hay que hacerle, me pierdo mucho. Puede también que lo que busquen los propios creadores sea crear confusión y después decir que todo es una alegoría de los tiempos que corren, y tú, como no entiendes nada, o dices que sí, o dices, bueno, pues ellos sabrán. Puede, en última instancia, que se hayan salido ligeramente de la historia y que, en el discurrir de los caminos, se hayan extraviado un poco.

Hay tanto ser insólito y tanta atmósfera estrafalaria que, de verdad lo digo, me cuesta conectar. Lo sé. No voy a enterarme nunca de quién mató a la pobre Laura Palmer, que es de lo poco que puedo afirmar que tengo medianamente claro. Que fue asesinada. Digo yo, porque no me acabo de ver siguiendo la serie hasta el final para averiguar ese tema. Si alguien me lo puede comentar, recibiré encantada la información y cerraré la historia. Quizá se conmueva mi interior porque la muerte siempre estremece y una cosa es no adentrarse en esos ambientes y otra es que me tachen de insensible.

Leyendo distintas críticas sobre el particular, parece que el capítulo ocho y el trece son lo más. Me alegro sinceramente -sin rencores- por todos aquellos que logren esa meta.

Disfruten de la serie con gracia, con elegancia y con esa pizca de orgullo que imagino que tendrán, llegando hasta ahí sin que nadie haya tenido que explicarles nada. Yo, en este caso, me he quedado atrás. Lo digo sin vergüenza ni animadversión, que una no siempre puede con todo. Y, desde luego, esto de Twin Peaks, está muy lejos de ser algo parecido a «lo mío». ¿Les he hablado alguna vez de Happy Valley?

Unos hoteles de pesadilla
Este hotel es un infierno es un programa de televisión en el que Gordon Ramsay, un chef británico que ya se hizo famoso con Pesadilla en la cocina, acude a la llamada de auxilio de los dueños del hotel en cuestión para salir de la crisis en la que se hallan. En la mayoría de los casos, lo que pasa es que los lugares son tirando a inmundos y la gente no suele gustar alojarse en sitios así. No es para culpar a las pobres criaturas, hacen lo que pueden. O no tanto, por lo visto.

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