Opinión

Hasta aquí hemos llegado

DICE MARIANO Rajoy, a quien tanto ha costado tomar la decisión, que podría pensarse que algunos estaba buscando la aplicación del artículo 155, refiriéndose a los dirigentes catalanes. Lo buscaran o no, el Gobierno, con el apoyo imprescindible del PSOE (sin el acuerdo con Sánchez seguiríamos en el chantaje), ha tomado la decisión que permitirá "recuperar la convivencia y celebrar elecciones". Pese a lo loable de la intención es de suponer que la aplicación de esta artículo de la Constitución no va a contar con la aquiescencia de los independentistas catalanes que amenazan con declararse en rebeldía. Por otro lado, si la salida de las empresas (más de mil) y el descenso del consumo no han frenado las protestas en la calle, malamente se van a poder convocar elecciones por el presidente del Gobierno de España a la "mayor brevedad posible" y esperar que los independentistas no repitan o mejoren sus resultados de los últimos comicios.

La intervención del Parlament, que queda como simple representación de de la democracia en Cataluña pero que no podrá ejercer el control político ni convocar la sesión de investidura ni hacer ninguna función que se salga del marco del Estatut, va a desagradar posiblemente a Carme Forcadell, esa Juana de Arco de la ruptura con España que lleva años arengando a la ciudadanía de Cataluña para proclamar la república. Es previsible que la tentación de encerrarse en ese Parlament, esa cámara autonómica que ha manejado a su antojo, saltándose incluso las advertencias de los letrados sobre la ilegalidad de sus decisiones, se le pase por la cabeza.

Qué decir de todos los consellers que han sido destituidos y que no saben si van a seguir recibiendo los emolumentos propios de sus cargos o apuntarse a las listas de desempleo, teniendo en cuenta que va a ser la Hacienda Pública la que pague los salarios a los funcionarios ante la intervención de la economía catalana.

La primera reacción política tras el Consejo de Ministros fue la de Podemos. Echenique se declaró en estado de shock, lo que puede ser un augurio de cómo se van a encontrar los dirigentes de la formación morada al ver el precio en votos que van a pagar por sus veleidades nacionalistas, tan contrarias a la verdadera izquierda.

Ahora toda la responsabilidad recae en el Senado, esa cámara apolillada, tan alejada de su función de representación territorial, y que se ha apresurado a pedir un aplazamiento del pleno que apoyará la aplicación del 155. Ya no sirve una convocatoria electoral por parte de la Generalitat solo el Senado puede anular la entrada en vigor del artículo de la Constitución que no se había aplicado nunca desde la transición.

Vamos a vivir días difíciles y es imprescindible que las previsibles manifestaciones en las calles sean respondidas con la exquisitez y la mesura que la complicada situación requiere. Ni una excusa más al relato victimista.

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