Opinión

Franco y la pequeñita casa de Fraga

Fue precisamente Pedro Puy, sobrino del exministro del dictador ferrolano, quien en nombre del PP reconoció el "vicio orixinario" del pazo de Meirás; lástima que se quede ahí


EN EL verano de 1962 Manuel Fraga tenía algo más para estrenar que los tres severos trajes que había encargado al sastre dos días después de que el dictador Francisco Franco le comunicase que le iba a nombrar ministro de Información y Turismo. Era su primer estío en el poder, cuando un ministro de España era alguien importante y con capacidad de decisión, como le gustaba al león de Vilalba, sin las cortapisas del parlamento y el vaciamiento competencial que trajo después la creación del Estado autonómico. Las de aquel año, el vigésimo sexto consecutivo sin elecciones en España, eran para el entonces joven político nacido en 1922 las vacaciones inaugurales en su recién adquirido chalet con acceso directo a la playa de Perbes.

El 6 de agosto, ya asentado en Perbes con los muebles que él y su mujer habían adquirido a toda prisa, cómo no, en un almacén de Lugo, quien 27 años después asumiría la presidencia de la Xunta con la llamativa afirmación de que había estado toda su vida preparándose para tal puesto cruzó la ría de Betanzos para ser recibido por el dictador en el pazo de Meirás. Si bien en la elección del lugar de veraneo de Fraga se observa una lógica muy lucense, la que llevó desde tiempos inmemoriales a veraneantes y domingueros a colonizar la playa de Miño, la más cercana al centro de la provincia, también da la impresión de que en esa decisión pudo pesar un factor geopolítico, el de la proximidad al cuartel vacacional del ferrolano.


El cambio lo ha propiciado la familia del dictador con sus continuas provocaciones e incumplimientos de la legislación


En la audiencia Franco le comentó a su ministro de propaganda, pues lo de información no era más que un eufemismo, que había visto su casa de Perbes y que le pareció "pequeñita, muy bajita", según narra Fraga en su primer tomo de memorias, titulado Memoria breve de una vida pública y que abarca hasta 1975, es decir 30 años antes de su salida de la presidencia de la Xunta.

Resulta natural que al señor de Meirás le pareciese diminuto el chalet de Fraga, que, según datos de 2013 cuando salió a la venta, tenía siete dormitorios, seis baños y 900 metros cuadrados en dos plantas. Era una enanez, comparada con su pazo señorial, con sus jardines, sus bellas vistas hacia la ría de Betanzos y su imponente torreón, ese en el que el BNG colocó el jueves una gran bandera gallega con la estrella roja, acompañada por los lemas de "O pazo é do pobo galego" y "Franquismo nunca máis".

Pero no procedió del ‘agitprop’ del BNG lo más espectacular de esta semana en relación al botín de guerra que conserva la familia Franco en la ría de Betanzos, gracias al tipo de transición que hubo en España y a 40 años de contemplaciones con sus herederos. Salió de los labios del portavoz parlamentario del Partido Popular de Galicia, Pedro Puy Fraga. El sobrino del ministro de la casa "pequeñita, muy bajita" afirmó el martes en la Diputación permanente del Parlamento gallego que el pazo de Meirás "ten un vicio orixinario de adquisición", en referencia al carácter fraudulento del supuesto regalo que le hizo el pueblo coruñés al autócrata en 1938, en plena la Guerra Civil, justo tras la batalla del Ebro.

Aunque Puy no fuese más allá, limitándose a apoyar la propuesta socialista de explorar fórmulas de recuperación de la propiedad del inmueble y pese a lo poco realista de su invitación a los herederos del general para que lo devuelvan, se trata de un paso respecto a la posición tradicional del PP de no poner en cuestión la propiedad de la finca. El cambio lo ha propiciado la familia del dictador con sus continuas provocaciones, incumplimientos de la legislación y barbaridades proferidas a través de la carpetovetónica Fundación Francisco Franco. Puede ser curiosa la respuesta que esta entidad dé a Puy en uno de sus ya habituales comunicados de folclórica nostalgia.

La cuestión catalana puede agitar aún más al grupo de En Marea
El grupo parlamentario de En Marea vuelve a la actividad tras un parón estival que sirvió para oxigenar la caldera en la que se convirtió tras la asamblea de julio. En la agenda inmediata hay un asunto delicado, la cuestión catalana, por las divergencias entre los nacionalistas y Unidos Podemos. Por si no les llegaba con lo que ya tenían en casa, también importan el pleito del 1-O.

PSdeG: Las primarias del todavía peor
La de Meirás ha sido, de nuevo, la recurrente serpiente de verano en la política gallega. Por lo menos esta vez ha tenido la virtualidad de mostrar lo fuera de lugar que ha quedado la propiedad del pazo. La vuelta a la realidad cotidiana promete ser menos entretenida, en una Galicia en la que ya hace tiempo que la Xunta renunció a hacer frente a sus profundos problemas estructurales, mientras la oposición hacía idéntico ejercicio respecto a su principal función, la de controlar al ejecutivo de Feijóo y todavía más, si cabe, en lo que atañe a la formulación de una alternativa viable.

En el reinicio del curso político como cuestión más candente aparece la de la elección del nuevo líder del PSdeG-PSOE, después de un largo año y medio de interinidad tras la caída de Gómez Besteiro. Se trata de un asunto relevante porque afecta a la que es la tercera la fuerza política de Galicia, aunque empatada en escaños y casi en votos con la segunda, En Marea. Y se trata ahora mismo y hasta que no se demuestre lo contrario de una formación con expectativas de crecimiento, no por sí misma, sino por su carácter de sucursal de una casa central, la de la calle Ferraz, en fase de recuperación, fruto de la defenestración y posterior resurrección de Pedro Sánchez.

 
Juan Díaz Villoslada jugará con ventaja si sus dos rivales no son capaces de unirse 


Ahí reside el principal interés de las primarias, pues el panorama en sí mismo resulta tan desolador que muestra cómo el PSdeG lleva mucho tiempo consiguiendo alcanzar el ideal circense del más difícil todavía, en versión del aún peor que antes. A no ser que se produzca una inesperada sorpresa el martes, cuando se cierra el plazo para presentar la "precandidaturas, y al margen de que pueda aparecer algún outsider sin opciones, hay tres aspirantes.

Uno es el portavoz parlamentario, Xoaquín Fernández Leiceaga, Xocas, que fue el año pasado el primer candidato que se recuerde de las principales formaciones políticas gallegas que no fue capaz de colocar ni a una sola persona de su máximo círculo de confianza en las listas al Parlamento gallego, lo que da idea de su debilidad en el partido. Xocas, cuya talla intelectual es inversamente proporcional al entusiasmo que ha logrado generar hasta ahora en las masas, ganó las primarias de 2016, pero lo hizo gracias al apoyo de los barones que le han retirado el respaldo.

Otro aspirante es el candidato que en los últimos lustros ha intentado repetidamente optar a convertirse en el líder del partido, en ocasiones, como en las primarias de 2016, sin reunir siquiera los avales para poder presentarse. Aun así, Gonzalo Caballero ha conquistado ahora la teórica etiqueta de segundo en discordia, al aprovechar el vacío generado por la posición de pública neutralidad, real o impostada, que mantuvieron en las primarias que ganó Pedro Sánchez muchos dirigentes, como Xocas o el pontés Formos.

El tercer aspirante y en apariencia principal favorito es un candidato al que no conoce la mayoría del partido y que en su primer año en el Parlamento no ha metido la pata, pero tampoco ha hecho ninguna intervención que se recuerde. Juan Díaz Villoslada jugará con ventaja si sus dos rivales no son capaces de unirse en una única candidatura tras medir fuerzas en la fase de recogida de avales que comienza ahora.

 

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