Opinión

El peligro de ser Pellegri

¿SE ACUERDAN de lo que hacían con 16 años? Seguramente les pase como a mí y lo más reseñable de esa época, más allá de las peleas con el típico profesor de Matemáticas –casi siempre el de Matemáticas– y ese asqueroso e inoportuno acné, fuesen los primero pinitos en unos locales de noche que casi siempre devolvían con creces lo invertido en ellos.

Pues a esa tan tierna edad un joven italiano se convirtió el pasado mes de mayo en el primer futbolista nacido en el siglo XXI en marcar en una de las cinco grandes ligas: Liga, Premier, Bundesliga, Ligue 1 y Serie A.

Su nombre es Pietro Pellegri y su club, el Genoa.

Pellegri, que ya había debutado en diciembre de 2016 cuando solo contaba con 15 primaveras –el más joven en hacerlo en la Serie A, empatando con Amedeo Amadei y su debut en el año 1937–, siguió agrandando su leyenda este fin de semana en el partido que su equipo disputaba contra la Lazio. Hasta dos veces logró perforar la portería de Strakosha, lo que no evitó que el conjunto laziale consiguiese la victoria final (2-3).

Por supuesto los medios deportivos italianos y del resto de Europa se hicieron eco de la gesta y el radar de los grandes clubes ya se ha activado en dirección a Italia.

Todo esto me hizo pensar detenidamente en la presión que un joven adolescente como él deberá soportar a partir de ahora. ¿Está alguien preparado para ser el foco de atención de medio mundo mientras todavía no has acabado ni el insitituto? Freddy Adu, Jesé Rodríguez, Bojan Krkic, Robinho... Son incontables los ejemplos de niños prodigios destinados a comerse el mundo y que acabaron comiéndose una decepción directamente proporcional a las expectativas creadas por la prensa y los aficionados –amén de un buen saco de millones, todo hay que decirlo–.

El caso de Macaulay Culkin y nuestro entrañable Joselito en ámbitos como el cine y la música pueden ayudarnos también a hacernos una idea de la tremenda losa que podemos poner en las espaldas de jóvenes que deberían estar más pendientes de problemas tan graves como la precariedad de likes en sus fotos de Instagram que de levantar cada domingo a la grada de un equipo de fútbol.

Por eso quizás todos debamos poner de nuestra parte y dejar que los niños, por mucho potencial que tengan, se comporten como lo que son, niños. Y dejar que se equivoquen mil veces, y ayudarles a levantarse otras tantas, para que puedan mostrar lo que de verdad tienen dentro. Sin prisas. Y si no logran convertirse en aquello que pretenden, al menos que consigan ser felices. El fútbol y, sobre todo su salud personal, lo agradecerán.

Comentarios