Opinión

El gen Caballero

El nuevo secretario general del PSdeG no repetirá el error que en su día cometió Besteiro: menospreciar el Parlamento

Gonzalo Caballero vota en las primarias del PSdeG


LLEVA EL gen Caballero, lo que significa que de vez en cuando sufre algún que otro ataque de ego, pero también que es listo, muy listo". La definición del que a partir de mañana será oficialmente el noveno secretario general del PSdeG la hace un concejal socialista de la provincia de Pontevedra que conoce bien a Gonzalo Caballero (Ponteareas, 1975). Por el momento, parece que lo de la egoloatría no lo tiene tan desarrollado como su tío Abel, alcalde de Vigo, o que al menos en público lo disimula mejor. Sin embargo, desde que comenzó su carrera hacia las primarias sí dejó ya más de un destello de esa inteligencia política que le atribuyen algunos de los que más y mejor lo conocen.

De arranque y llegados a esta altura de la película, el economista vigués supo gestionar mejor que su malogrado —políticamente— predecesor, José Ramón Gómez Besteiro, algunos de los problemas comunes a los que ambos se enfrentaron cuando llegaron al cuartel general de la Rúa do Pino. Y entre ellos hay uno que muchas veces pasa desapercibido pero que tiene su importancia: convertirse en referencia y líder de la oposición sin estar en el Parlamento.

En este sentido, Caballero lo tiene incluso peor, porque el lucense apuntalaba sus nuevas responsabilidades orgánicas con su papel institucional como presidente de la Diputación, un altavoz limitado territorialmente pero del que ni siquera puede disponer el nuevo secretario general. Quizás por esa razón este entendió mejor la jugada y no repitió ahora el error capital de Besteiro de menospreciar el papel de la Cámara.

El exlíder socialista, apartado de los mandos por la jueza Pilar de Lara en 2015, sabía que el grupo parlamentario socialista había sido configurado en su día por obra y gracia de su predecesor Pachi Vázquez, además a su imagen y semejanza. Ambos, ourensano y lucense, ya eran enemigos íntimos a tales alturas y Besteiro optó por centrarse en su tabajo orgánico, condenando a su grupo en O Hórreo a cierto ostracismo. De hecho, cuando su nueva directiva tuvo que elegir al portavoz parlamentario, desechó la op ción del diputado más cualificado para tal labor, el exministro Francisco Caamaño, y optó por José Luis Méndez Romeu, en una decisión que por aquel momento provocó en muchos de sus compañeros dos lecturas: que Besteiro temía que la figura del de Cee emergiese demasiado dándole tal rol hasta el punto de que pudiese hacerle sombra; y que el grupo parlamentario no era su prioridad ya que sacrificaba su potencial con una decisión de tipo más personal.

Desde entonces, la relación entre Besteiro y su equipo en el Parlamento estuvo llena de altibajos. Por ejemplo, desde la Cámara le reprocharon que no buscase acomodo para Pachi Vázquez, como exsecretario general, en la Mesa; o que, cuando ya estaba imputado, tratase de salir hacia Madrid por la vía de senador por designación autonómica. De hecho, cuando al final Ferraz frenó a Besteiro y se optó por Modesto Pose, cinco diputados socialistas mostraron su rechazno no votándole a favor, en la que no fue la única ocasión en la que algún díscolo rompió la disciplina de voto en O Hórreo, lo que habitualmente generaba titulares incómodos e imagen de división en el socialismo.

Estos son solo algunos ejemplos de algo que nunca pudo imaginar Besteiro: que aquel grupo parlamentario comandado por el pachismo se iba a convertir con el paso de los meses en uno de sus peores dolores de muelas, un martillo pilón interno que acabó erosionándolo y contribuyendo —y aplaudiendo— a su caída definiva.

Gonzalo Caballero tampoco está en el Parlamento —aunque podría acceder a él con la renuncia de alguno de los cuatro diputados de Pontevedra, ya que él iba quinto en la lista en 2015 — y buena parte de los diputados del grupo actual mostraron su apoyo público a Villoslada. Sin embargo, a través de su alianza con Xoaquín Fernández Leiceaga, el nuevo líder socialista se garantiza dos cosas: un equipo de trabajo fiel a su proyecto y un portavoz que difícilmente se plantea hacerle sombra. Es cierto que el Parlamento no es lo que era, que la beligerancia de la pasada legislatura manchó su imagen y que a la ciudadanía cada vez parecen importarlemenos sus debates; pero hay que reconocer que en este año y medio de interinidad en la dirección del PSdeG, el grupo de 14 socialistas de O Hórreo fue el que mantuvo a flote el partido, el que se partió la cara con Alberto Núñez Feijóo y el que dio las rueda de prensa de actualidad ante la desaparición de Pilar Cancela. Algunos alcaldes acudían incluso al grupo en busca de soluciones a cuestiones orgánicas e institucionales al encontrar en la Rúa do Pino el cartel de ‘Vuelva usted mañana’. Ahí radica la verdadera importancia del grupo parlamentario y del Parlamento para un partido. Y ahí es donde Gonzalo Caballero se ahorra una preocupación, lo que le deja más tiempo para ocuparse de lo que verdaderamente importa: coser un PSdeG roto.

→ La dificultad de decir que no
Pero que el nuevo líder tenga un problema resuelto no quiere decir que no le queden muchos otros sobre la mesa. El más inminente y al que también se tuvo que enfrentar Besteiro en su día es el de elegir a su equipo directivo. Se da por hecho que Caballero se rodeará de gente de máxima confianza y que hará guiños a la integración —especialmente con la gente de Leiceaga—, pero elegir nombres siempre acarrea la dificultad de "dicirlle a algúns que non e seducir a outros para que lle digan que si", según explica un colaborador.

Recuperando la figura de la presencia para Leiceaga, algunas fuentes dan por hecho que habrá papeles relevantes para los coruñeses Pablo Arangüena y Martín Seco, que serían un buen contrapeso al origen vigués de su líder y, por lo tanto, candidatos a la secretaría de organización. En esa quiniela entra asimismo Noa Díaz, una perla de la cantera del PSdeG natural de Escairón pero compostelana a nivel político y que a su valía añade también el hecho de ser mujer e hija de un histórico muy querido como Ceferino Díaz. Solo su inexperiencia le restaría puntos. A partir de ahí, se espera una profunda renovación y rejuvenecimiento, en una ejecutiva de alrededor de una treintena de integrantes —lejos de aquella de récord de más de 50 miembros de Paco Vázquez—.

Desde ese momento empezará lo verdaderamente difícil para Gonzalo Caballero. Dar protagonismo a las bases, ir cosiendo las heridas abiertas, renovar las cúpulas de las provincias, tratar de comarcalizar un partido gobernado hoy por ‘virreinatos’ provinciales, elegir bien los candidatos a las municipales y, sobre todo, limar poco a poco las diferencias con su tío. Al fin y al cabo, a ambos los une el gen Caballero.

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