Opinión

A cuchilladas

TODAVÍA conmocionados por el asesinato de quince personas a manos de los terroristas de Ripoll y mientras continúa la polémica sobre la responsabilidad en la investigación de la lucha contra el yihadismo y la explosión en la casa de Alcanar, los riesgos siguen ahí.

La primera lección que debíamos haber aprendido de la tragedia es que solo unidos nos protegeremos mejor de quienes han convertido a Europa en el campo de batalla de la lucha que pierden en Siria e Irak. La segunda lección pasa por convertir la complacencia con las monarquías del Golfo que financian a los clérigos wahabistas y, a su vez, adoctrinan a los jóvenes en las mezquitas europeas, en rechazo y condena.

Parece demostrado que los asesinos de Ripoll, con el imán a la cabeza, llevaban meses adquiriendo explosivos para un magno atentado. Que compraron ingentes cantidades de productos químicos y bombonas de butano sin que nadie se percatara y que solo un fallo en la manufactura evitó una tragedia mucho mayor. Pero lo más importantes es que los supervivientes de la explosión tenían un plan b ya ensayado antes en Londres y Berlín, de bajo coste, que consiste en atropellos masivos. Y es tan fácil matar que todavía hay una tercera alternativa: acuchillar a todo el que se cruce en el camino.

Era lo que pretendían los terroristas de Cambrils, lo que hicieron con una pobre mujer antes de ser abatidos, y lo que intentaron antes de ayer en Londres, otra vez, y en Bruselas. En el primer caso un hombre de 26 años hirió a dos policías con un cuchillo en las inmediaciones del palacio de Buckingham y en Bruselas fueron los militares los que abatieron a un individuo que en nombre de Alá los atacó mientras patrullaban por el centro de la ciudad.

Conviene, pues, aplicar la lógica y colegir la importancia de que los servicios de inteligencia europeos en una conexión sin fisuras, por los conductos oficiales, (no un policía belga que consulta a un conocido de los Mossos por un imán que pidió trabajo y que desapareció al pedirle los papeles) intercambien toda la información de que disponen y así poder detectar los preparativos de un nuevo atentado, detener a los integrantes de la célula y abortar el plan b y el plan c, el de los cuchillos que parece ser el nuevo modus operandi.

Y mientras, también sería bueno que dejáramos de hacer de altavoz a los comunicados terroristas, que tienen su inmediata respuesta en las redes de Internet con memes burlescos, porque ese joven de agitadas barbas puede volver, afeitado, en cualquier momento a España, que fue donde se crió y, no reconquistar el califato o vengar la Inquisición, pero si pasar a cuchillo a otros inocentes. Por tanto, más bolardos —los hay para el carril bus y no coartan la libertad— y más servicios de información al unísono y menos batallitas verbales entre quienes tienen el deber de protegernos.

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