Opinión

Una televisión pública

EL CONGRESO de los diputados tomó esta semana en consideración una proposición para modificar la forma de elección de los consejeros y presidente de RTVE. Deberían aprovechar la ocasión para ir más allá de la reforma de la etapa Zapatero, que exigía una mayoría de dos tercios para elegir los miembros del consejo. Fue todo un avance que se notó en los informativos, aunque duró poco, incluso con él en el poder. El reparto partidista del consejo, con sus prebendas, y la toma partidista de los puestos decisorios, como informativos, es una de las demostraciones de los excesos de la partitocracia de estructura funcionarial y práctica clientelar. Ahí radica, y no solo en la crisis económica, una de las causas de la desafección con el sistema. Estos riesgos que ponen en riesgo la estabilidad deberían llevar a replantearse en profundidad el papel de los medios públicos y en concreto la televisión. Populares y socialistas deberían saber que establecer ahora reglas de pluralidad y de participación de la sociedad, además del cauce partidario, en el gobierno de la televesión pública podrá evitar mañana instrumentalizaciones al modelo venezolano. No hay que inventar nada: hay ejemplos válidos de funcionamiento y de financiación en países que fueron pioneros en democracia y también en televisión. Unos servicios informativos plurales, también en la visión territorial y cultural de España -TVE necesita descentralizarse y 'desmadrileñizarse', incluso en sus tertulianos-, y una programación de calidad que capte audiencia, que es compatible con su función social como medio público, son dos ejes de la renovación necesaria. Si quieren ver los riesgos que crecen en la actual situación social y política, es una obligación de quienes pueden construir mayorías en el Congreso elevar a ley un modelo de funcionamiento de televisión que impida su instrumentalización partidaria o ideológica.

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