Opinión

Un discurso que se necesita

Quizás no sea el discurso que se imponga pero es el que se necesita. Tanto la intervención del presidente del Parlamento, como oferente ante el Apóstol, como la respuesta del arzobispo compostelano, asumiendo su discurso y proponiendo diálogo sereno son mensajes que se necesita que se repitan y se oigan en el objetivo de que se impongan como norma. Corrupción, por la que hay que pedir perdón, víctimas de Angrois, violencia de género y delincuencia forestal fueron algunos de los puntos centrales de esa intervención de Miguel Santalices Vieira en la catedral de Santiago. La llamada arzobispal al diálogo sereno pertenece también a ese discurso necesario e imprescindible, aunque no consiga titulares. Pero una confrontación con los problemas y los sentimientos reales de la ciudadanía y un trabajar conjunto desde el diálogo es todo un programa cívico aunque sonase como homilía en las naves catedralicias. No es cuestión de hacer más ruido que nadie, buscar la mayor de las originalidades o descentrar la atención con pública de lo que afecta a todos.

Tonterías
Al fin, sale Macron a dar la cara, después de largo silencio, para decirles a los medios que en el affaire Benalla han dicho muchas tonterías. Tal cual. La difusión por Le Monde, y luego como monotema en los medios y la atención política francesa, de los comportamientos poco ortodoxos —a golpes con los manifestantes el primero de mayo— del jefe de seguridad del presidente organizó un escándalo político y toda una crisis con anuncio de moción de censura. Y en la semana larga de silencio presidencial se ponen marcha dos comisiones investigadoras, administrativa y una judicial. Con comparecencias inmediatas. Y al final sale Macron, que no se moverá.

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