Opinión

Tocar la campana

NI LA misa de los domingos en la dos de TVE es, ni de lejos, asunto importante en una necesaria regeneración plural de la televisión pública y de concepción como tal en su programación —de interés público y no comercial—, ni en la agenda de las urgencias y prioridades de la política española figura, ni cabe imaginarse que figure, esa retransmisión de la misa en la mañana del domingo. Ni siquiera en el deseable objetivo de separar, aquí y en todas partes, religión y poderes políticos, tendría que plantearse la cuestión de la supresión en la televisión pública de ese programa católico o de cualquier otra confesión religiosa presente en la sociedad. Quedamos así situados en la conexión que existe entre algunas cabezas políticas y sus estrategias con la realidad de un país muy desesperanzado, según se deduce de los barómetros del Cis, y con el paro y la economía como los grandes asuntos que preocupan. Además de la corrupción. Así podremos coincidir en calificar como auténtica "ocurrencia", en expresión de Albert Rivera, la
proposición no de ley del grupo parlamentario de Podemos para suprimir la retransmisión de la misa en la mañana del domingo en la dos de TVE. Pero no lo es. Esa iniciativa puede estar mostrando una concepción de los medios de comunicación de titularidad pública que, ahora bajo un paraguas de laicismo, los entiende como instrumentos de adoctrinamiento en lugar de reflejar, responder y atender a la pluralidad social. Un viaje hacia atrás, aunque sea por la izquierda. En una sociedad abierta, aconfesional y secularizada como la nuestra, la Iglesia Católica como las demás confesiones religiosas, han de poder expresarse en el espacio público. No cabe que impongan sus normas a las reglas que se da la sociedad civil autónomamente. No hay 'superioridad' moral teológica sobre la política, por encima de la soberanía de un parlamento representativo o de un gobierno legítimo. Pero
de ahí no se concluye que se prohiba o retire en el escenario público la expresión religiosa.

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