LOS ALCALDES de A Coruña, Xulio Ferreiro, y de Santiago, Martiño Noriega, no asistirán mañana [domingo] a la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento en la catedral de Lugo. Es una tradición secular que los alcaldes de Mondoñedo, Betanzos, Santiago, A Coruña, Ourense, Tui y Lugo, como capitales del Antiguo Reino, relicen esta ofrenda de forma rotatoria. La presencia de los alcaldes de las siete ciudades en los actos de la Ofrenda al Santísimo en Lugo no se produce en términos estrictamente religiosos. La permanencia del acto está en el ámbito religioso pero supone también, más allá de las creencias, una simbología histórica, de imaginario de país o comunidad. Puede entenderse que un alcalde creyente o no renuncie a presentar la Ofrenda y delegue en otra persona. Pero participar en el acto, estar presente, como tal representante público de una de las siete capitales del Antiguo Reino de Galicia supone respeto a una tradición secular como país. Los excesos de la confesionalidad de un Estado –el nacionalcatolismo en sus diferentes formas y pretensiones de permanencia encubierta–, la no diferenciación entre el ámbito público y el de las creencias personales, no debería producir en quien defiende la aconfesionalidad y la separación el exceso contario, que lleva a los alcaldes de A Coruña y Santiago en este caso a ignorar la celebración de una tradición, con su carga simbólica y cultural. Una celebración que, más allá de su contenido religioso, reafirma unas raíces históricas como pueblo, que convoca a los alcaldes de las siete capitales nada más y nada menos que en nombre del Antiguo Reino de Galicia. Estas sensibilidades, además, frente a la frontera de lo religioso o lo confesional de tradición católica o cristiana no siempre se expresan por igual: a veces se transforman en aceptación bajo el respeto cultural. Pues eso. Puede aplicarse la fórmula en este caso de la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia, aunque la tradición nazca y se asiente aquí entre nosotros. ¿No habrá que cambiar el escudo?
