Opinión

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EL DÍA del desalojo del campamento de Idomeni, en Grecia, símbolo del fracaso europeo ante la masiva llegada de refugiados y del drama humanitario que sufren estas personas llegan a España los primeros 20 refugiados procedentes de Grecia. Esto último merece un gran despliegue de medios y tiempo en los informativos de TVE. Ni la gestión del problema por el Gobierno español lo merecía ni la atención real del problema de quienes huyen de la guerra y el hambre estaba ahí. Hubiese sido mejor para la rentabilidad política que lo hiciesen en silencio, aunque se interpretase como expresión de vergüenza por la lentitud y la incapacidad mostrada. Pero al señor ministro, en funciones, del Interior se le ofrecía un pretexto más para salir en el telediario dando mensajes doctrinales. España no es ningún referente positivo en la respuesta europea al problema de estos campos de refugiados. No fue ni es precisamente para echar cohetes de ejemplaridad solidaridaria, de atención humanitaria y de respuesta a un problema como el de aquellos campos en los que encerraron en Francia a los españoles que huían en 1939. El día en que el vallisoletano Jorge Fernández Díaz se halle sin su aparición diaria en el telediario oficial va a experimentar síndrome de abstinencia.

Los charcos de Rosell
Juan Rosell, presidente de la CEOE, declaró que hay "muchos" empleados públicos sin competencias en la Administración, y "muchos más" en las comunidades autónomas. Pide no tener "miedo" a "cerrar, cambiar, suprimir, crear, multiplicar o dividir". Un buen sitio para experimentar esas propuestas serían las organizaciones (hipotéticamente) patronales y sectoriales, que se han profesionalizado-burocratizado, como empleo. La CEOE, macroorganización de personal, es una buena muestra de una reforma pendiente. Rosell lo intentó pero chocó con los intereses creados.

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