Opinión

Persecución

VARIAS DECENAS de personas -más de cincuenta- mueren en unos atentados contra iglesias de cristianos coptos en las ciudades de Tanta y Alejandría en Egipto. Históricamente, se cita la primera mitad del siglo I, se establecen ahí las primeras comunidades cristianas. Este dato y la realidad de una minoría religiosa perseguida justifican la anunciada visita del papa Francisco los días 28 y 29 de este mes de abril. Si el viaje papal estaba considerado como problemático por el alto riesgo para su seguridad, estos atentados del Domingo de Ramos, que abre la Semana Santa de los cristianos, confirman esa calificación. Probablemente para no caer en el relato de ‘guerra de religiones’ ante el terrorismo de raíz islamista, la violencia contra las minorías cristianas no logra la atención que debería como ataques a la vida de las personas y a la libertad. La libertad religiosa, sin llegar a hablar de laicidad como valor de un Estado moderno, no encuentra espacio cuando la religión asume el monopolio de la verdad e impone sus reglas en la política y al conjunto de la sociedad civil. No está nada lejana en el tiempo esa realidad impositiva en la política y en la sociedad española. Los precedentes en Egipto de declaración de neutralidad religiosa -todo un avance que desapareció- tampoco fueron aplicados en su momento a los cristianos coptos. Esta auténtica persecución étnica y religiosa en Egipto viene de lejos en la historia: desde la conquista musulmana del país. Está abanderada por los grupos políticos religiosos salafistas y por los Hermanos Musulmanes. Los cristianos coptos representaban hasta fechas recientes un 10% de la población. La multiplicación de los ataques, las dificultades de todo tipo que encuentran les llevan a emigrar o a huir, como se relataba a principios de año con los cristianos en la península del Sinaí, perseguidos violentamente de forma indiscriminada y constante por los radicales islámicos. Europa y España han de mirar para su historia de imposición y violencia religiosa pero eso no significa silencio frente a esta realidad.

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