Opinión

Números en la Cidade da Cultura

El puerto exterior coruñés es inversión tan cuestionable, como mínimo, como la Cidade da Cultura en Santiago. La referencia es obligada en el permanente contexto de mirar solo para un lado, cuando toca hoy hablar de visitas al Gaiás. Una obra se presenta como el gran despiporre de política autonómica, se instrumentaliza para flagelo oportuno -ciertamente fue un desmadre- y del desatino de la otra -el puerto cómo y dónde está- y de sus no menos inmensas cuentas no se oye por el ruido del mar embravecido. Una y otra obra son la expresión del descontrol de unos gobernantes que decidían y vivían -ellos sí, con pólvora de los ciudadanos- por encima de las posibilidades del país. La multimillonaria inversión en Punta Langosteira no es localización para la descarga de contenedores. Un teatro de la ópera en Santiago era y es una infraestructura disparatada para responder a la afición y la cultura musical que no se fomentó ni se cultiva. Ahí está, por ejemplo, Radio Galega Música -pública- con las rumbitas y la radiofórmula musical más tópica. Para resolver dos problemas de descarga -graneles y petróleo- en la ciudad de A Coruña había y hay otras soluciones menos costosas. Una y otra obra son realidades que no admiten marcha atrás. Casi medio millón de visitas al complejo que diseñó Peter Eisenman en el Gaiás hablan a las claras de la necesidad de abandonar la política vergonzante -superar los complejos de culpa por pecados que otros cometieron- y rentabilizar su mantenimiento. Es una imagen que está sin explotar turísticamente. Fue, como el puerto exterior, una decisión de localización inadecuada. Si uno -el puerto- necesita salidas por ferrocarril, la obra del Gaiás pide que se integre en la ciudad -no estuvo ni está- y que se adecente su entorno como esa iniciativa del bosque de Galicia. Lo razonable, por tanto, es aplicarse a rentabilizar al máximo una y otra obra, ver sus potencialidades.

Comentarios