Opinión

Morir en paz y dignidad

HAY DEBATES Y posiciones que no deberían estar prefijados por posiciones de partido. Que esto suceda es una señal más de la larga penetración o dominio del partidismo en todos los ámbitos de la sociedad. La muerte digna, la eutanasia o el reconocimiento del derecho a decidir de una persona con una enfermedad terminal son cuestiones éticas, de moral religiosa en muchos casos y de opciones personales libremente asumidas que no guardan relación con posiciones político-ideológicas ni, en muchos casos, con las creencias de fe. En España lo acaban de situar, desgraciadamente, en ese marco partidista. En este caso, como en otros de claro fondo moral, lo lógico y hasta exigible sería que los partidos dejasen libertad a los diputados para expresar su voto en conciencia y ante sus electores. Todas las posiciones tienen derecho a expresarse y a ser defendidas en esta cuestión en un debate sereno y sin añadidos partidistas. No mezclando conceptos ni realidades bien diferentes, también para cuando se emite juicio moral condenatorio. Todas las precauciones serán necesarias, con argumentos y desde los principios éticos, pero sin necesidad de ver "un corredor de la muerte", como expresó en las redes sociales el portavoz del episcopado español. La prolongación de la esperanza de vida, el avance de la medicina y su tecnología hacen hoy más actual que nunca ese debate. El derecho a decidir la muerte digna, la no prolongación artificial cuando toda esperanza está descartada y el dolor y el sufrimiento son una realidad, no parece algo cuestionado. Hay referentes significativos. No puede ser penalizado legalmente. La legalización de la eutanasia, en decisión libre por la persona diagnosticada con una enfermedad terminal no debería identificarse con una arbitrariedad o englobarla bajo el suicidio. Los riegos de la legalización obligan a debatir y profundizar.

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