Opinión

Miserias

LAS CRÍTICAS a Abel Caballero por el memorial de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) a Rita Barberá pertenecen a las miserias políticas. Mezquindades como las de retirar medallas, en una humillación gratuita, a quienes se les concedieron ayer con gran boato y aplauso, cuando el entonces homenajeado ostentaba supuestos méritos y poderío. Esto sí. Si se pretende la tarea imposible de rehacer la historia hacia atrás con líneas rectas, lo que habría que pedir es responsabilidades a quienes activaron el botafumeiro en aquel momento. Con frecuencia son los mismos los que retiran y los que concedieron y loaron antes méritos innumerables. Estas miserias políticas proliferan en exceso, a veces como único discurso político, quizás como demostración de carencia de un mínimo bagaje de ideas. Y falta de una elemental coherencia. Que Valencia huela a podrido desde hace mucho tiempo -olió y parece que sigue impregnado el mal olor-, no debe impedir cumplir con las normas de cortesía establecidas en la FEMP. Abel Caballero, como presidente de la misma, organizó ese acto en memoria de la política valenciana por haber sido Rita Barberá presidenta de la Federación durante ocho años y por haber sido alcaldesa de Valencia durante 20. Abel Caballero se comporta ejemplarmente como político al no mezclar la opinión y valoración personal que le merezca la desaparecida Barberá con la cortesía ya establecida en la FEMP hacia sus expresidentes muertos. Sobra cainismo en la política.

Servicio eficiente
Las obras faraónicas, para gloria del inaugurador, han de ser pasado. En Lugo se necesita una estación intermodal en la que paren trenes y autobuses. Servicio antes que edificio. Construir grandiosas y faráonicas obras no es la respuesta a los servicios que precisa el ciudadano. Pero una estación intermodal eficiente -no un edificio sin contenido- necesita servicio de trenes, que no hay.

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