Opinión

Más allá de la liturgia

EL PRIMERO DE mayo lleva consigo una liturgia de manifestaciones y discursos sindicales. En tiempo de vacas gordas podría verse únicamente así. En el tránsito de la gran depresión a la recuperación hay más profundidad en estas escenificaciones. Hubo mensajes sobre la obscenidad de la corrupción que aflora, con olvido de que esta también anduvo en los aledaños sindicales, con las tarjetas de Caja Madrid, los cursos de formación o los Ere andaluces. Las raíces de la corrupción se alimentan más allá de la política. Será necesario reconocerlo como un problema de la sociedad, que lo es, para poner remedio a la gran desvergüenza que penetró en la política. Hay otro mensaje del primero de mayo en términos estrictamente laborales, sindicales y políticos. Este año de crecimiento del PIB puede transformarse en conflictivo laboral y socialmente. El empleo de calidad, estable y remunerado justamente, no puede ser un objetivo que la crisis haya convertido en quimera. Aplicado el ajuste —la devaluación que no se pudo hacer— fundamentalmente sobre los salarios, con la pérdida de poder adquisitivo, y constata ahora la marcha y la previsión de la recuperación y el crecimiento, entra en la lógica y en la tarea sindical la reivindicación de la recuperación del poder adquisitivo de los salarios. Habría de entenderse como un proceso progresivo que en el diálogo social aleje los escenarios de conflictividad que pudieran dañar la recuperación. La responsabilidad es de todas las partes. Como lo es el objetivo de la competitividad y la productividad: desde las políticas que se han de impulsar por las administraciones públicas desde el coste de la energía al apoyo a la investigación e inversión en innovación, a la responsabilidad empresarial en apuesta por la inversión en renovación tecnológica, y al fomento sin complejos de una cultura de rendimiento y una moral de responsabilidad en el trabajo.

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