Opinión

Cifras y avisos en la despedida

LOS DATOS del paro en el pasado mes de mayo son la mejor despedida para Mariano Rajoy en el Gobierno. Mejor que los anuncios de «oposición responsable» —para qué será necesario el adjetivo— que formulan algunos de sus portavoces. Hablar de responsabilidad para enmendar ahora lo que se pactó y aprobó hace una semana es tan criticable, o más, a lo que sucedió y sucede a la inversa con Pedro Sánchez: antes vio la catástrofe en los Presupuetos, ahora ve la necesidad. Abrir esa brecha frente al PNV, y frente al País Vasco en definitiva, después de haber acordado, puede ser a futuro un error comparable al que sirvió para abrir la caja de los truenos y terromotos en Cataluña. No se quiere ni recordar como dato ni, por supuesto, mencionar aquella campaña y el recurso que siguió a la reforma del estatuto catalán. Mariano Rajoy deja 3,2 millones de parados, una cifra que sitúa el problema en niveles de 2008. Ese es su balance. Y, sobre todo, deja 18,9 millones de cotizantes a la Seguridad Social. La tentación de pasar factura al PNV por el apoyo a la moción es un campo minado.

La revolución de la arruga

De la arruga es bella, afortunado reclamo publicitario de Adolfo Domínguez en el arranque de Galicia Moda, pasamos a la revolución de la arruga como un fenómeno de resistencia en la economía globalizada. Son las demandas de los pensionistas que reclaman en la calle. Los jubilados que se incorporan a tal situación poco o ninguna relación guardan con el papel social y político que se les atribuyó. Reclaman. Este lunes, con cambio en el Gobierno, volvieron a la calle en Lugo. No es cuestión de partidos, como alguien pudo sospechar o aprovechar: es una posición activa, cuando «ya nada se tiene que perder», en demanda de derechos.

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