Opinión

Libros, lectura y criterios

LA SALUD DEL libro gallego, como en cualquier otro idioma, se mide por el número de lectores y por el número de compradores. Convertir la cantidad de los títulos que se editan cada año en gallego en indicador de la buena o mala política del libro será algo únicamente del estricto interés del sector impresor. Interesa, o ha de interesar, el fomento de la lectura de las obras en gallego, la compra por particulares, mucho antes que por instituciones. Aquí es la calidad, mucho antes que la cantidad de títulos editados, lo importante. Y aquí es el interés y el apoyo de las audiencias o los potenciales lectores el buen indicador. A la Xunta habrá que pedirle campañas de promoción y fomento de la lectura, apoyo a la traducción tanto de otras lenguas al gallego como del gallego a otras lenguas, habrá que pedirle apoyo a la presencia del libro gallego en mercados exteriores pero el número de títulos que se publiquen, sin acompañarlo de las cifras de ventas reales, no son muestrario alguno de la salud o la enfermedad. Esa carrera por el número de títulos editados así como toda institución pública convertida en editora, con excesiva frecuencia solo por razones clientelares, de obras que no interesen a nadie, y, con demasiada frecuencia, los criterios de lecturas aconsejables o impuestas a los escolares no son precisamente logros ejemplares. La política que hay que esperar de las instituciones públicas gallegas, que incluye a los medios de comunicación de su titularidad, es la de aplicar formas eficientes que creen hábitos de lectura, que exige empezar por los niños y adolescentes, conocimiento del libro gallego, no solo de la literatura, y acercamiento a los clásicos y obras consagradas. En esa tarea es fundamental el papel de las familias, de los profesores y de los medios de comunicación. El audiovisual, los medios digitales y las redes deben incorporarse a esta tarea de fomentar el libro.

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