Opinión

Lenguaje que alarma

«PODEMOS ES un peligro para la democracia en Occidente», espetó Esperanza Aguirre sacando del baúl la vieja amenaza en la Europa de los bloques frente a un PCI, ya eurocomunista, en Italia. El discurso de los temores ante hipotéticos excesos, como el riesgo de paralizar en Barcelona acontecimientos económicamente importantes, quienes tuvieron la responsabilidad de gobernar no han de dirigirlos ahora, al día siguiente de las elecciones, a la opinión pública. Los ciudadanos ya hablaron con el voto. A quienes lanzan las alarmas, en el ejercicio de la oposición, democrática, eficiente y responsable, les corresponde como oposición el control de los excesos del poder. Daría a veces la impresión de que algunas voces, como la de Aguirre, cuestionan la legitimidad de los resultados. Esperanza Aguirre, antes de colocarse ante los micrófonos, un día sí y otro también, debería mirarse en el espejo y ver la responsabilidad que le corresponde en la convulsión electoral que afectó a Madrid y a España. Si los deberes de regeneración que marcaron claramente las elecciones europeas de hace un año no se tomasen como un sarampión que cura, probablemente Esparanza Aguirre no sería candidata del PP ni estuviese mendigando ahora cinturones sanitarios en política, que ella criticó. Los tamayazos de antes, la concentración de corruptos y presuntos corruptos que dominó esa comunidad, las profundidades de las cloacas del urbanismo madrileño, algo tendrán que ver con el lodo que ahora teme la señora Aguirre para Occidente. Y, no es detalle menor, algún respeto democrático y de trayectoria vital debería merecerle la exjueza Manuela Carmena, que se salvó milgrosamente en aquella matanza de Atocha (24 de enero de 1977). Solo la voz del ministro José Manuel García-Margallo recuerda la cordura frente a quienes han tomado el lenguaje de guerra como un salvavidas. O salvapatrias.

Comentarios