Opinión

'El ruido y la desinformación'

Tal como está el país –el vecindario o la calle– no había más camino para el señor ministro de Cultura que la dimisión. Sorprende que no lo viesen así desde el primer momento. ¿Justo o injusto? El propio implicado habló de "la jauría", calificación que dedicó a quienes no comparten "el proyecto ilusionante de Sánchez". Puesto así, podría ser ampliable el concepto al ejercicio de la la política y la opinión con exabruptos, insultos, descalificaciones y las más diversas formas de expresión de intolerancia. Tal como está el panorama, incluso sorprende que quien no es ajeno a los movimientos de opinión pública y al conocimiento de los excesos de la "jauría" pudiese aceptar una cartera ministerial con los antecedentes de un problema fiscal. Sea cual sea su calificación. Era pieza a abatir nada más salir al campo de minas por el que transcurre la vida pública en esta hora. ¿Justo o injusto? Pues tampoco hubo opción a preguntas en la comparecencia del exministro. En esto, como en las justificaciones previas a la dimisión –era algo del pasado que estaba solucionado–, que dieron portavoces socialistas e incluso una ministra pudo parecer que utilizaron el mismo manual de administración de crisis que siguió el Gobierno de Rajoy frente a Cristitina Cifuentes, Casado o las sentencias por corrupción. El exministro tiene razón, al menos, en dos cuestiones. 1) No hizo probablemente nada que no hiciesen otros artistas "creadores", presentadores y personal diverso. Pero no son, que se sepa, ministros. Ni quien tuvo un problema o discrepancia de esas cifras con Hacienda aspirará a ejercer el llamado servicio público desde la política. Y 2) Frente a estos movimientos de opinión, con o sin fundamento ético, no hay batalla solitaria que dar, salvo que se busque la inmolación. Ni se trata de hacer leña del árbol caído ni de justificarle ante la "jauría". Un poco más de transparencia sí sería deseable.

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