Opinión

El fin de una huelga

"La huelga de la Justicia no se ha desconvocado sino que se ha disuelto" para ser precisos con la terminología, escribía este miércoles Carlos Luis Rodríguez en su A bordo de El Correo Gallego. Es un final de manual de conflicto por la evolución de la propia no-negociación y las posiciones de inflexibilidad e intolerancia que mostraron algunos militantes y los sindicatos radicales.

Vísteme despacio
Es comprensible que a Albert Rivera le entren las prisas por llegar a la Moncloa. En los jardines ya se ve. Cada encuesta que sale le acerca más a las puertas de esa residencia presidencial. Pero Galdós dejó explicado el vísteme despacio que tengo prisa y hasta don Antonio Machado lo convirtió en verso. Podría aplicárselo a sí mismo y a quienes jalean al líder de Ciudadanos. Podría incluso tomar nota de ese "aprovechategui" que le dedicó Mariano Rajoy, tirando de su vena gallega que es la que le hace brillante en el debate, en la mañana de ayer. Una cosa es predicar la regeneración y otra bien diferente es mostrar a tiempo y a destiempo, con ocasión o sin ella, unas ansias infinitas por llegar al poder. No se puede romper un pacto de Estado sobre la aplicación del 155 de la Constitución en Cataluña con la misma frivolidad con la que se pregunta al Gobierno en el semanal "control" que más bien debería llamarse, exhibición para algunos opositores. Sobre la comprensión de una España plural en sus regiones y sobre su voluntad autonomista había y hay sembrada muchas dudas, pero cuando rompe el acuerdo sobre la aplicación del 155 más que las dudas sobre la actuación del Gobierno de Rajoy, que las hay, sobre todo en los tiempos que dejó pasar, se asientan las firmezas sobre la capacidad y la voluntad de Rivera para entender que España no es uniforme.

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