Opinión

Destrucción entre mediocres

MIENTRA RAJOY y Montoro superaban el primer trámite para que los Presupuestos (PGE) saliesen adelante, con la participación activa del PNV, los populares madrileños seguían colocando cartuchos de dinamita —no palos— en las ruedas de su propio partido. Las cremas y el máster de Cifuentes destapan la caldera hirviendo de los populares madrileños. El avance de Madrid como capital económica en España no es obra de la gestión de los populares en la Comunidad, es una consecuencia del capitalismo clientelar, en definición del profesor Costas, que favoreció y favorece una economía que se alimenta, y depende, de las decisiones, concesiones y contratos del poder central. Es el poder político y no el económico el que atrae y concentra las empresas en Madrid. Poco corrigió el Estado de las autonomías esta realidad. El trasfondo al que remite la corrupción con los populares en Madrid, el amiguismo más caciquil que se cultivaba en la fallida Caja Madrid y el caso Cifuentes, con su máster y sus cremas, evidencian graves carencias en la práctica de poder y en la calidad y credibilidad de la selección de líderes y gestores para la actividad pública. Los avances que representa la negociación para sacar adelante los PGE se desmoronan con las noticias del robo de cremas en un supermercado, con el chanchullo del máster o con el reparto de tarjetas opacas desde la Caja que se pretendía contraponer al politiqueo caciquil de autonomías y provincias. La semana que despide abril deja un color sombrío sobre el liderazgo de Rajoy en el Gobierno y en el PP. Los vídeos difundidos desde medios afines, por el lado extremo de la derecha, son la muestra de la autodestrucción que se practica entre las familias populares madrileñas. Que la situación de Cristina Cifuentes, como presidenta, llegase hasta ahí se explica por el abandono total de la previsión de riesgos.

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