Opinión

Coherencia y viejos demonios

LA FRAGMENTACIÓN ELECTORAL y, en consecuencia, del poder local y autonómico pide algunas elementales consideraciones. 1) Los resultados democráticos no se cuestionan, Se aceptan. Y si sonaban a bananeras y antidemocráticas las convocatorias ante las sedes del PP en la jornada de reflexión tras los atentados del 11-M, y tras las incomprensibles mentiras del Gobierno de Aznar, que todo hay decirlo, igual o más antidemocráticas e inadmisibles son las convocatorias en la plaza de Colón madrileña contra la posibilidad de que el "frente popular" asuma el poder en el ayuntamiento de Madrid. 2) En la misma línea, son generadores de inestabilidad y expresión antidemocrática, de miedo a la libertad, los rumores que invitan a impedir que gobierne quien desde el resultado electoral y/o los pactos accede legítimamente al poder. Hay una derecha, como hay una izquierda, que asoma la cabeza en la puerta de la caverna totalitaria. 3) Los grupos de presión, salvo que busquen incrementar la fuerza de las mareas, han de asumir los resultados. Lo cual no implica que no puedan e incluso deban pronunciarse con toda legitimidad ante las medidas que adopten los futuros gobiernos locales o autonómicos que entiendan perjudiciales para la economía e, incluso, para sus intereses. 4) Los partidos no deberían renunciar a la coherencia, con la posición que se les presupone y proclamaron, a la hora de los pactos y ante la tentación de ocupar despachos y disponer de presupuesto público. Coherencia con el programa, aunque ya sepamos todos que los embusteros discursos de campaña son brindis al sol. La coherencia que implicaría pactar, dentro de la complejidad de fuerzas, gobiernos en la dirección en la que mayoritariamente se ha pronunciado el electorado. Tampoco se entendería que los acuerdos sean uno y el contrario, aquí y allá.

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