"ESTOS VIEJOS partidos no son capaces de ponerse de acuerdo", dijo el líder de Ciudadanos cuando, después de anunciar el fin de futuros apoyos al candidato Rajoy, pidió perdón a los españoles por el espectáculo que están dando. Obviamente, tras dos convocatorias electorales, la incapacidad o negativa de los grupos políticos para elegir presidente de Gobierno equivale a ignorar el voto ciudadano. No les sirve el reparto que aportan las urnas. A quienes obtienen la representación ciudadana les corresponde la obligación de que haya Gobierno. Hacerlo posible no implica apoyarlo ni otorgarle confianza alguna. Abstenerse es precisamente sacarse de en medio. Y en una situación como la presente es además cuestión elemental de altura de miras. No la hubo hasta ahora. El salón de plenos del Congreso ayer rezumaba mitin electoral. No parece que vaya a producirse una cura de responsabilidad en los líderes políticos para impedir la salida a unas terceras elecciones. Pedro Sánchez buscó descargarse de la responsabilidad del bloqueo, un mal mensaje para la nueva campaña, y en una llamada "a la altura de miras" quiso dar indicios de que puede existir una alternativa: la suya. Buena parte del discurso de Pablo Iglesias, dedicada al líder socialista, fue campaña: Podemos viene para ocupar el espacio que representaba el PSOE en el bipartidismo. Albert Rivera mandó por los aires el acuerdo con Mariano Rajoy como candidato –empieza también la campaña–, aunque volvió a su vieja tesis de que los populares ofrezcan otro aspirante diferente a Rajoy. Habrá que esperar, como mandan los tiempos y los viejos intérpretes de la política, a los resultados de las elecciones en Galicia y País Vasco. No parece que vayan a cambiar voluntades para una nueva investidura. En todo caso, la vieja fórmula del refuerzo en campaña de los llamados líderes nacionales, esta vez con las elecciones gallegas, se vuelve en dirección inversa: es Alberto Núñez Feijóo quien puede darle oxígeno a su partido en la política española.
