Opinión

Acentuar los extremos

Si al Partido Popular se le multiplican los competidores por la derecha y el PSOE de Pedro Sánchez pretende que no le crezca nada por la izquierda, va a resultar que la política y el país se polaricen. Se vio ayer en Madrid. Se observa en esos intentos de levantar en Galicia, otra vez, una guerra lingüística sobre la mentira de que el castellano está oculto y maltratado por la política autonómica y por una mayoría social. El PP de Casado acentúa el derechismo —llámase centralismo o nacionalismo uniformista— y el PSOE de Pedro Sánchez acentúa hasta en política fiscal y económica los trazados de Podemos para que nadie diga que no "somos la izquierda". El centroderecha queda sin quien lo cultive y el centroizquierda, que era identidad de la socialdemocracia, ha pasado a ser una antigualla de quienes añoran el PSOE de Felipe González y la Europa que construyó el estado de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial. El llamado centrismo y la moderación, que se decía que era el espacio en el que se decidía el vencedor de unas elecciones, queda relegado ante el seguimiento ciego de la estrategia que en España ahora, como en otras partes del mundo occidental como la llegada de Trump al poder en EE.UU., busca acentuar las distancias entre la derecha y la izquierda y que desaparezca o se haga imposible el campo de encuentro y entendimiento político y social. Cataluña puede verse en esa clave. La grave situación actual allí debe parecer suave todavía cuando por uno y otro lado las estrategias de separar y confrontar se multiplican en la política, en la concepión y práctica de acoplamiento de la diversidad en la unidad, en la enseñanza o la lengua. Los políticos y la sociedad que hizo posible la Transición eran centrípetas. El discurso y la práctica política de ahora van en dirección contraria. No hay espacio ni oídos para destacar los puntos que unen. No es algo para celebrar.

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