Opinión

A qué llaman diálogo

Los diálogos delicados o las negociaciones complejas no se plantean a voces en la plaza pública. No se resuleven ahí. En un escenario así, abierto totalmente, lo más probable es que cada cual se reafirme en sus posiciones iniciales. Las reafirme e incluso las acentúe y las lleve a extremos. La nueva etapa que se anunciaba con el actual Gobierno para afrontar el problema catalán, salvo que exista un conejo bajo una chistera que desconocemos, presenta y se desenvuelve en ese marco de escenificaciones públicas. Se ha reducido a cruce de mensajes en formato declaraciones, fundamentalmente dirigidas por unos y otros a la propia parroquia. Diálogo de sordos se llama esto. Torra habla para el independentismo y así anima a presionar a los comités de defensa de la república, que luego pretenden asaltar el Parlamento. Y el Gobierno habla para su electorado y anuncia por los micrófonos y altavoces un talante diferente al de Rajoy. Frente a la falta de iniciativa y diálogo por parte de Rajoy, el Gobierno de Pedro Sánchez escenifica declaraciones de mano tendida y diálogo. Incluso este martes la portavoz del Gobierno después de la andanada del presidente de la Generalitat volvió a la fórmula que está agotada. No hay diálogo alguno en una escenificación como la de este martes y en una celebración como la del 1-0. Diálogo implica una disposición a ceder, a conceder para encontrarse. No se ve ni hay tal disposición a dialogar en quien sigue planteando máximos, como la independencia, como única alternativa y salida. El tiempo de las buenas voluntades tocó a su fin: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Bien estaría escenificar ese fin frente a posiciones que son algo más que "imprudencia", por tomar el calificativo que le dedicaba el editorial de La Vanguardia a la intervención de Torra. No es necesario esperar un mes. Ni se puede.

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