Opinión

A favor o en contra

El odio y el rencor habitan en el mundo y especialmente en España. Está en la política, en la prensa, la televisión y en general en los medios de comunicación. Así, en el libro del prestigioso psicólogo social Jonathan Haidt ‘La mente de los justos’, en la edición española de Deusto, hay un subtítulo que dice: «Por qué la política y la religión dividen a la gente sensata». Parece que todos, casi todos, estamos de acuerdo en buscar el bienestar de la humanidad, pero los ciudadanos viven y actúan divididos en cuanto a los medios para alcanzarlo. Muchos españoles se sienten hoy abandonados porque sus dirigentes están más ocupados luchando entre sí, gastando tiempo y recursos en destapar los trapos sucios de sus rivales, que en tener tiempo para llegar a acuerdos beneficiosos para toda la sociedad. Los socialistas no son capaces de creer que los conservadores tienen convicciones morales tan sinceras como las suyas, y los conservadores piensan lo mismo de los socialistas. 

Esta extrema diversidad me recuerda a dos grandes escritores del siglo XIX, Karl Marx e Iván Turgenev. Nacieron ambos en 1818 y murieron en 1883 y sus vidas fueron muy coincidentes en muchos aspectos, pero sus posicionamientos sobre la concepción de la vida fueron verdaderamente diferentes e irreconciliables. Ambos estudiaron en la universidad de Berlín y estaban influidos por la filosofía de Hegel y tenían posiciones económicas solventes. Admiraban la cultura clásica y leían perfectamente a Shakespeare en su versión original y, particularmente, los dos estudiaron español para poder leer a Pedro Calderón de la Barca. Es verdad que Turgenev quería hablar en su lengua materna al amor de su vida, Paulina García Sitges, conocida como Michelle Pauline Vierdot, cantante de ópera de origen español. En la revolución francesa de julio de 1848 huyeron de Bruselas, observando los acontecimientos desde lejos. Cada uno de ellos tuvo un hijo con una sirvienta, Turgenev a una temprana edad, Marx en la edad madura. Turgenev reconoció al hijo, pagó su manutención y educación. Marx, al contrario, no cumplió con sus obligaciones. En el Manifiesto, escrito prácticamente por Marx, siendo escasa la participación de Engels, se puede sentir rencor y odio, mientras que, en sus obras, Turgenev nos lleva a comportarnos de manera más humana. Ambos escritores, es cierto, estaban a favor de los oprimidos, pero éstos para Turgenev eran seres humanos libres y capaces para elegir, mientras los comunistas dicen que «sus fines solo pueden ser alcanzados por el forzoso derrocamiento de todos los sistemas sociales existentes»; importa la clase, no el individuo. Bakunin habló de la carencia de simpatía de Marx hacia la raza humana. Dos hijas de Marx, Eleonor y Laura, se suicidaron debido a la intromisión de éste en su vida. Para finalizar la historia de estos dos escritores queremos recordar que cuando Marx fue enterrado casi nadie acudió a su funeral. Al entierro de Turgenev acudieron miles de personas, incluidos los más humildes, curiosamente. 

Para finalizar, el libro citado de Haidt habla de «por qué la política y la religión dividen a la gente». La respuesta, dice, «no es porque algunas personas son buenas y otras malas». «La respuesta es porque nuestra mente fue diseñada para la justicia grupal». Y termina diciendo: «Todos vamos a estar aquí un tiempo, así que tratemos de llevarnos bien». 

No conviene olvidar que primero están los instintos, después viene la razón. Y a pesar de todo debemos y podemos frenar esta acritud y hallar la capacidad de encontrar soluciones.

«Se puede hacer mucho con el odio, pero más aún con el amor».
(William Shakespeare)

Comentarios